3 de mayo de 2024

SE LLAMABA ZARAGOZA|Arturo del Bosque

El día 5 de mayo es, sin duda, una fecha de jubilo para todos los mexicanos, ese día, a decir del insigne Ignacio Zaragoza, “Las armas nacionales se cubrieron de gloria.”

Ignacio Zaragoza Seguin nació en el poblado de Bahía del Espíritu Santo en el estado de Coahuila y Texas, un 24 de marzo de 1829.

“Vino a la vida bajo el signo de la República, Guadalupe Victoria era entonces su primer Presidente; en la sensibilidad infantil sufrió el drama de Texas y, adolescente ya, pudo contemplar con amargura la pérdida del solar nativo y el desgarramiento de la patria martirizada, la perdida de Texas y el brutal zarpazo del naciente imperio yanki.”

Militar por convicción y por herencia, su padre, abnegado soldado de la patria, hubo de padecer penurias, angustias y sacrificios, nunca alcanzo grados de honor, sin embargo, su honorabilidad, lealtad y valentía fueron bastimentos que heredo a su hijo, futuro héroe de la nación.

Es con el presidente Mariano Arista que, ante la convulsionada patria, asolada por gavillas y delincuentes, “se decide por la organización de una Guardia Nacional de los Estados en sus dos aspectos: sedentaria y móvil; la primera, formada con jefes de familia, se encargaría de defender las respectivas poblaciones, en tanto que la segunda, integrada con individuos que no tenían la responsabilidad de sostener un hogar, se movilizaría de acuerdo con las necesidades de cada comarca o estado.”

“En las filas de esta Guardia Nacional norteña, se convirtieron en soldados de grandes dimensiones, bravos generales de La Reforma y la República; de allí salieron Juan Zuazua, Mariano Escobedo, Miguel Blanco, José Silvestre Aramberri, Lázaro Garza Ayala, Julián Quiroga, Francisco Naranjo, Gerónimo Treviño y el miliciano por antonomasia, Ignacio Zaragoza.”

Se cierne de nuevo sobre la atribulada patria, el ave de mal agüero, el malhalado Antonio López de Santa Anna que, “en un remedo plebiscitario, se declara dictador con el título de Alteza Serenísima, y ahora volverá a las andadas. Debemos a don Guillermo Prieto este vívido relato de la corte santanista: … Aparecieron como brotando de debajo de la tierra, tahúres condecorados, rufianes, contratistas, galleros, próceres, horizontales, pensionistas y canalla que no habría podido figurar ni en los personajes del Manolo –y más luego apunta–: En los entresuelos de la Presidencia se alojaron los ayudantes, y las escaleras de los patios interiores estaban transitadas por valentones desastrados, galleros, buscavidas e insolentes, horizontales graduadas de viudas y pensionistas y ahijadas de tal o cual clérigo contemporizador y mundano…

De esta pesadilla nacional se ha de despertar la patria y es el patriota Juan Álvarez, veterano de mil batallas quien bajo el impulso del Plan de Ayutla desconoce y depone al dictador, “El país se siente conmovido en sus más hondas raíces; no es un cuartelazo más; se trata ahora de una genuina revolución. La suerte estaba echada y cada mexicano tomaba partido, porque en ésta, como en todas las crisis de la historia, así lo apunta Roeder al referirse a lo de Ayutla “nadie era, ni podía ser neutral, ni inocente, ni inocuo”.

Astutos, los moderados y conservadores, intentaron establecer en México una especie de santanismo sin Santana, el ilustre pensador reformista, quizá el mas brillante de todos al ver la maniobra deja en claro su posición;

De Comonfort se expresaba el ilustre Melchor Ocampo con certeras palabras:

“Como me explicó Comonfort que la revolución seguía una política de transacciones y como yo soy de los que se quiebran, pero no se doblan, dejé el Ministerio –y continuaba–: Dudo mucho que, con apretones de mano, como Comonfort me dijo que había apaciguado a México y se proponía seguir gobernando, pueda conseguirlo, cuando yo creo que los apretones que se necesitan son los de pescuezo.”

Luego la calumnia, la intriga, no se puede gobernar con la constitución como espina, el tibio Comonfort sin conmiseración el alma flagela, la patria rota, el Zuloaga que a Marte venera, dócil, el presidente se convirtió en un vulgar delincuente.
Postrero gesto digno, antes de abandonar la nave, liberar al que el miedo de los enanos en cuatro paredes le retenía, salió Juárez, de nuevo el peregrinaje, la patria a bordo de un carruaje.

En enero de 1959 Juárez, en ese entonces presidente de la Suprema Corte de justicia de la nación, ante la renuncia de Comonfort es por mandato constitucional, Presidente de la República, es liberado de palacio nacional y sale por la puerta trasera, sin ejército, sin gabinete, sin recursos, tres años después, tres, regresaría triunfante.

Volviendo a nuestro personaje habrá que decir que fue gracias al impulso y afecto personal que siempre le mostro Santiago Vidaurri, militar todo poderoso que de Nuevo León y Coahuila hizo solar propio y por largos años solo su voz era mando, junto al bravo general Juan Zuazua se distinguieron combatiendo gavillas, conservadores y apagando revueltas internas a las que eran dado por temperamento e intereses, los generales de aquellos años, fue tal el poder de Vidaurri que, desafiando la autoridad de Juárez se declara gobernante y jefe militar de Nuevo León y Coahuila, Juárez cierra el puño y le desconoce, le manda apresar y junto a Zuazua les declara proscritos de la ley, he aquí el dilema de Zaragoza, septiembre de 1859, Vidaurri o la Reforma, su determinación no admite vacilaciones: se quedó con la Reforma.

“Juárez, en su baluarte de Veracruz soportaría la borrasca y la ira desorbitada de los reaccionarios que le abrumarían con los epítetos de sacrílego, autor de latrocinios, traidor, socialista, materialista, ateo, etc. El clero no había mejorado ni su condición ni siquiera su lenguaje: era el mismo con que cuarenta y nueve años atrás había “fulminado” al Padre de la Patria.”

Una vez que Zaragoza abraza la causa reformista, es el Juárez con espada, rectilíneo e intransigente con sus principios, es que Zaragoza abrevo con gigantes, que tal denominación han de recibir los héroes de esa gesta, la Reforma, la Patria Restaurada.  Uno de ellos, el general Santos Degollado, general con el sino de la cruz, general de tantas derrotas como ánimos tuvo para levantarse, de él se decía no sin razón

“A Degollado se le respetaba y obedecía, no por su pericia militar precisamente, sino por su capacidad organizadora, por su rectitud, por su honradez, por la pureza de sus principios y su conducta, no menos que por su limpio patriotismo, por su abnegación y por su fe sin desmayes; era de los hombres cuyo valimiento moral avasalla las voluntades.”

Las penurias económicas que sufrían los soldados liberales llegaron a extremos de miseria, por aquel entonces se hacían traslados y envíos de dinero al extranjero en maniobras conocidas como conductas, el Gral. Manuel Doblado, ante la situación tan precaria del ejercito liberal, decide apropiarse de una de estas conductas, se lo hace saber a Don Santos Degollado y este, arrostrando el riesgo y la tormenta que se cerniría sobre él, conociendo al presidente, intolerante ante cualquier quebrantamiento de la ley, asume para si la responsabilidad de ese acto y libera al Gral. Doblado de cualquier responsabilidad, no podía decirlo el mismo general Degollado, con palabras más sentidas.

“Yo todo lo había dado a mi patria; me había reservado, tocando para mí y para los míos hasta la severidad mezquina, un nombre puro para legarlo a mis hijos, ya que algunos de ellos los he dejado sin educación, privándose algunos hasta de mi presencia en sus últimos momentos; la necesidad vino, sin embargo, a llamar a mi puerta, pidiéndome, en nombre de mi causa, mi reputación para entregarla al escarnio y la maledicencia, y yo, después de una agonía horrible, maté mi nombre, me cerré del porvenir y me declaro reo.”

En enero del 1859 dejaba palacio nacional Benito Juárez, tres años después regresaba victorioso, así se organizo el desfile que honraba al patricio;

“El comandante general de artillería, cuidará de que las divisiones tengan las piezas que se designan en esta orden, todas ellas de batalla. Las de montaña quedarán en sus cuarteles”. La marcha de la columna fue imponente; principió a las doce del día: González Ortega, al pasar frente al hotel Iturbide, se dio cuenta de que en uno de los balcones abarrotados de personas, se encontraba modestamente oculto don Santos Degollado; lo hizo bajar, se abrazaron y puso en sus manos el estandarte que llevaba, declarando que nadie mejor que él era digno de llevarlo; en forma parecida se condujo con Ocampo, Mata y De la Llave que se hallaban en una casa de la “segunda calle de Plateros”.

Para llegar a este día glorioso, la patria se desangro y en aras de la libertad y la reforma ofrendo a sus mejores hijos, en una sucesión trágica, en menos de un mes la garra asesina del tigre de Tacubaya, el asesino Leonardo Márquez cargo con la vida de el ilustre Melchor Ocampo, del Gral. Santos Degollado y se llevó la intrépida juventud del novel héroe, Leandro Valle.

Los problemas del gobierno de Juárez tenían un origen endémico, la falta de recursos, no se podía sostener un ejercito a la altura de lo que las gavillas requerían, la patria necesitaba de haberes para alcanzar un desarrollo económico y estar en condiciones de enfrentar los compromisos de deuda que se habían adquirido con las potencias europeas, de esta manera el 17 de julio del 61 se decreta la suspensión por dos años del pago de la deuda exterior.

El 31 de octubre se efectuaba en Londres la Convención Tripartita, por la que Inglaterra, Francia y España se asociaban para organizar una expedición que habría de ocupar los puertos y plazas militares de México.

La armada inglesa, al mando del comodoro Dunlop, quien tendría a Wyke por agente diplomático, y la francesa a las órdenes del contralmirante Jurien de La Gravière, con Dubois de Saligny como representante de su gobierno, debían reunirse en La Habana con la escuadra española, cuyo mando y representación superior llevaría el general don Juan Prim.

Este noble hidalgo español y el diplomático Wyke, advirtieron el engaño, no existía en México un partido monárquico, por tal lo de los traidores mexicanos que buscaban un principio en el castillo de Miramar quedan descubiertos, por lo que España e Inglaterra desisten de las acciones bélicas y acuerdan con el gobierno de Juárez a quien otorgan su reconocimiento, el pago de la deuda y concesiones para cuando el país esté en condiciones de hacerlo, no así el sedicente Saligny que, por ambiciones personales le endulzaba el oído al general Bonaparte, este último veía en esta empresa, la posibilidad de poner un dique al expansionismo americano, tener acceso a las aduanas, las ricas minas de Sonora y el paso por Tehuantepec, Zaragoza nunca creyó en las palabras de los diplomáticos franceses y se preparo para la guerra, su última y más gloriosa encomienda.

Zaragoza había sido nombrado Secretario de Guerra del gabinete de Juárez, ante la tormenta que amenazaba la estabilidad del país entero, el valeroso capitán, es llamado de nuevo a su querencia, las trincheras.

“El 17 de diciembre, una semana después de su renuncia, se preparaba para marchar; el 20 principiaban a salir sus tropas y no podrá detenerlo ni el hondo drama familiar que lo conmovía. Desde hacía algunos meses había trasladado su familia a México; apenas si podía atenderla, pues las actividades del Ministerio le absorbían la totalidad de su tiempo. Hacía poco había perdido otro hijo y sólo le quedaba una pequeñita de año y meses que llevaba el nombre de su progenitora; un padecimiento incurable venía minando la salud de la esposa del guerrero, y aquella mañana del 21 de diciembre en que se acercó al lecho de la moribunda para despedirse, tuvo el presentimiento de que no la volvería a ver; pero estuvo afectuoso, sereno, sin dar muestras de inquietud y hablándole con palabras llenas de ternura y de piadoso optimismo. Pero su entereza se doblegó al despedirse de su hija que en brazos le llevaba su madre, ante quien se arrodilló para besarle la mano y acaso para dejarle la angustia de una lágrima.”

“El 13 de enero, muy temprano, Zaragoza dejó su campamento para recorrer a caballo parte de la línea que ocupaban sus tropas; La mañana de aquel día, acaso a la misma hora en que Zaragoza iniciaba su marcha, en la ciudad de México, su esposa emprendía también la suya, pero a la eternidad. En El Siglo XIX del 14 de enero, aparecía esta nota:

Defunción. Tenemos el sentimiento de anunciar que ayer a las 7 de la mañana ha fallecido en esta capital, la virtuosa y estimable señora doña Rafaela Padilla de Zaragoza, esposa del señor general Ignacio Zaragoza, quien tuvo que dejarla enferma de gravedad, para no demorar su marcha a la campaña, haciendo así al país un costoso sacrificio. Los funerales de la señora Zaragoza se han celebrado hoy a las 9 de la mañana en el panteón de San Diego, asistiendo a la ceremonia una numerosa y escogida concurrencia, en la que se distinguían muchos de los amigos del bizarro general “

“Zaragoza recibió poco después la funesta noticia; en su cara inaccesible a la emoción, ningún signo denunció la pena que lo abatía; tal vez pensó en el desamparo de su hija, ahora confiada al cuidado de su abuela paterna; y también debe haber recordado los contados días que pasó al lado de su esposa en los cinco años de su matrimonio.”

“En esta crisis Zaragoza rompía su serenidad habitual para dar curso a la palabra inflamada de patriotismo. El 14 de abril, ya en su cuartel general de Chalchicomula, dirigía esta proclama a sus tropas: Compañeros de armas: Va a comenzar la lucha: los preliminares de La Soledad han sido rotos por los franceses; se han separado de la coalición que con los españoles e ingleses formaran en Londres, para hacer a México algunos reclamos respecto a nuestra deuda pública: el estallido del cañón hará latir en breve el pecho de los hijos de Anáhuac. Pretenden los franceses intervenir en nuestra política interior inducidos a ello por mexicanos indignos, por traidores que pronto vais a castigar. La República es independiente: los hijos de esta generación nacimos libres; así nos conservaremos o moriremos en la demanda. Valor amigos míos, no os preocupe luchar con una nación que tiene el renombre de guerrera: los libres no conocen rivales, y ejemplos mil llenan las páginas de la historia de pueblos que han vencido siempre a los que pretendieron dominarlos. Tengo una fe ciega en nuestro triunfo: en el de los ciudadanos sobre los esclavos: muy pronto se convencerá el usurpador del trono francés que ya pasó la época de las conquistas: vamos a poner la primera piedra del grandioso edificio que librará a la Francia del vasallaje a que la han sujetado las bayonetas de un déspota. Sed como siempre, valientes en el combate y generosos en la victoria, y pronto os conducirá frente a los invasores vuestro general y amigo.”

“Fustiga en seguida a los mexicanos coludidos con el invasor, despreciados hoy como nunca por el pueblo que… los mira con indignación y los desprecia altamente, porque sabe lo que tiene que esperar de aquellos especuladores que, en su delirio, no han rehusado poner a las plantas de Maximiliano la soberanía de México… Dentro de breves momentos la campaña estará abierta, y el enemigo se convencerá bien pronto que tiene al frente a los defensores de la República.”

“Zaragoza desde el 4 preparó la defensa; al amanecer ordenó a Negrete que con 1,200 hombres de la división de su mando ocupara los cerros de Loreto y Guadalupe, artillados con baterías de batalla y montaña. Ese mismo día formó con las brigadas de los generales Felipe Berriozábal, Porfirio Díaz y Francisco de Lamadrid, tres columnas: la primera de 1,082 hombres, la segunda de 1,000 y la última de 1,020; además preparó otra 360 Ignacio Zaragoza de 500 caballos a las órdenes del general Antonio Álvarez.”

“El 5 por la mañana, antes de entrar en batalla, Zaragoza le habló a gran parte de sus tropas; las arengó con esa oratoria nerviosa de los grandes momentos y así terminaría diciéndoles: “Nuestros enemigos son los primeros soldados del mundo, pero vosotros sois los primeros hijos del mundo, y os quieren arrebatar vuestra patria. Leo en vuestras frentes la victoria; tengamos fe; ¡Viva la Independencia nacional! ¡Viva la patria!”; “un solo grito, dice un cronista de la época, se levantó de las tropas, grito que hacía más espeluznante el entusiasmo y el peligro”

“Cuando Zaragoza percibió que el enemigo se encaminaba a establecer su campamento provisional al fondo y frente a los fuertes, para atacar por ese rumbo, ordenó que las fuerzas de Negrete avanzaran hasta las faldas del de Guadalupe y movilizó rápidamente a Berriozábal para que se colocase en Aránzazu, entre los dos cerros. Todo esto ocurría alrededor de las diez de la mañana y poco después de las once y media principiaban a caer entre las filas enemigas “las primeras flores” con que Puebla las recibía: la metralla de los cañones de Zaragoza. Velozmente se desprendió la columna principal de los franceses, fuerte en 4,000 hombres que avanzó para desplegarse en línea de ataque sobre Guadalupe; la fracción republicana del coronel Juan. N. Méndez recibió el primer impacto; se replegó mientras se combatía tenazmente y cuando el enemigo estaba por llegar a su objetivo, se desencadenó Negrete desde el fuerte de Loreto alentando a sus tropas, obligándolo a retirarse hasta Rementería; para las doce treinta se había rechazado el primer asalto.”

Al dar la segunda carga los franceses, Zaragoza ordenó a Negrete que se colocara entre los dos cerros, a Berriozábal que con sus fuerzas se situase a la izquierda, al general Rojo que se localizase a la derecha con la brigada de Michoacán, quedando el Fijo de Veracruz y los Nacionales de Puebla en el centro de la línea de batalla.

La columna francesa se dividió en tres grupos: el del oriente avanzaba sobre el parapeto de Guadalupe; el segundo detrás del anterior, sobre el mismo objetivo, y el tercero sobre el ala izquierda entre los dos cerros; 362 Ignacio Zaragoza este grupo fue rechazado, lo que permitió que la línea de batalla convergiera sobre la derecha enemiga hasta atacar por el flanco al primer grupo que se batía, lo mismo que el segundo, cuerpo a cuerpo en las propias trincheras de Guadalupe; fue el momento más encarnizado; lo mismo se peleaba con los rifles, con la bayoneta, con granadas de mano y hasta con piedras; por fin, nuevamente se retiró el enemigo; para las dos de la tarde se había rechazado su segundo asalto.

Todavía, con una bravura digna de su prestigio militar, intentan un tercer ataque, pero hacia el sur del cerro, encaminando dos columnas como de 1,500 hombres cada una; ahora se trataba de buscar otro punto de acceso a la ciudad.

También este tercer ataque se significó por lo sangriento; Zaragoza recorría la línea de batalla acompañado de los generales Ignacio Mejía y Garza Ayala, asistiendo a los puntos más comprometidos; el enemigo cargaba en varias direcciones como para romper el frente mexicano, pero entonces el general Díaz con la brigada de Oaxaca avanzó resueltamente sobre la izquierda francesa, forzándole la retirada y persiguiéndola con tenacidad hasta que recibió órdenes de contramarchar.

Cerca de la cuatro de la tarde el enemigo se disponía para una cuarta carga, dirigida otra vez sobre el cerro de Guadalupe; pero cuando ya avanzaba bajo el fuego de la artillería mexicana, se desató una fuerte tormenta eléctrica con copiosa lluvia de granizo que paralizó el movimiento de los franceses.

Parte de Zaragoza al ministro de guerra;

“Las armas nacionales, C. Ministro, se han cubierto de gloria, y por ello felicito al Primer Magistrado de la República, por el digno conducto de usted en el concepto de que puedo afirmar con orgullo, que ni un solo momento volvió la espalda al enemigo el ejército mexicano, durante la larga lucha que sostuvo.”

Quizá por dolorosa, la siguiente estampa será breve y melancólica, Al amanecer del implacable 8 de septiembre, se perdían las últimas esperanzas; continuaba el bélico delirio: Zaragoza, gravemente enfermo de tifus.

En México, a las doce veintiocho, el general Blanco abría nerviosamente el sobre de un breve mensaje: “SON LAS DIEZ Y DIEZ MINUTOS. ACABA DE MORIR EL GENERAL ZARAGOZA. VOY A PROCEDER A INYECTARLO. Juan N. Navarro”. A los 33 años 5 meses y 15 días de edad, Ignacio Zaragoza rendía la última jornada; la única deserción de su vida, en el decir de don Justo Sierra.

Unos meses atrás, cuando marchaba el general a su cita con la gloria, fue merecedor de estas palabras:

“Don Justo Sierra, el adolescente de aquellos días, lo miró marchar y dejó el recuerdo del instante en prosa antológica y gallarda: Allá iban los jóvenes soldados de la patria; los habíamos visto partir y, lleno el corazón de doloroso entusiasmo, nuestros labios adolescentes prorrumpían en gritos de odio y de ira, digno saludo a aquellos espartanos resueltos a morir. Entre ellos descollaba una figura eminentemente civil, a pesar de sus simples y austeros arreos militares; todos le mirábamos profundamente como si no debiésemos volver a verlo. ¿Quién era ese hombre? Era el que no había dudado, era el que creía, era la fe, era la patria… se llamaba Zaragoza, venía impasible y sereno como una estatua de bronce del fondo de esa noche de horrores genésicos que se llamó la Guerra de Reforma; encarnaba el evangelio republicano sin transacciones, el credo reformista sin curvas, era un rectilíneo. Entró en la gran luz de nuestra historia al través de los círculos dantescos de hierro y de fuego del sitio de Guadalajara, severo y frío, trazando en ese combate y en esa victoria el esbozo heroico de la operación militar gloriosamente reproducida por el vencedor del 2 de abril. En aquellas horas sombrías él dominaba, no por el genio, sino por el alma, a los veteranos y a los jóvenes combatientes de aquellas épicas luchas: era su mirada tranquila y profunda, una brújula para la pura y ansiosa conciencia de Degollado, para el valor inquieto y brillante de González Ortega y para la risueña y ardorosa intrepidez de Valle. Era de la raza de los que habían vencido en Ayacucho, de los que había triunfado en Bailén, de los que habían muerto en las Termópilas… su nombre era un feliz augurio para los pueblos que se defienden: se llamaba Zaragoza.”

Los entrecomillados son citas del excelente libro, IGNACIO ZARAGOZA, del historiador coahuilense Lic. FEDERICO BERRUETO RAMON

JESUS ARTURO DEL BOSQUE DE LA PEÑA/Opinión/Saltillo, Coah/Mayo 15 de 2023.