Giovanni P. S.
En el marco del Día Internacional de las mujeres este 8 de marzo, cuyo tema este año es “Mujeres líderes: Por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19”, donde se trata de definir un futuro más igualitario y la recuperación ante la pandemia de Covid-19, deseo compartirles una reflexión que data ya de hace un tiempo, sobre la historia de la pastora Marcela inserta en la primera parte de El Quijote en tres capítulos sobre “lo que sucedió a Don Quijote con unos cabreros (cuidadores de cabras, pastores)”; dejo al público lector la consideración sobre la increíble vigencia de la novela cervantina.
En resumen, don Quijote y Sancho dialogan con unos cabreros sobre el triste destino de un compañero suyo, Grisóstomo, quien se quitó la vida por el desamor de una pastora, llamada Marcela; al siguiente día, durante el sepelio, ella se aparece, y ante el rechazo de los cabreros por su presencia, ella esgrime los argumentos (médula de este escrito) con los cuales se defienden de toda culpa.
Se describe a Marcela de una edad de catorce a quince años, a quien por ser sumamente bella muchos la pedían en matrimonio, sin que ella se sintiera preparada aún para ser desposada. Aquí hago notar como primer asunto de equidad de género la edad de la doncella, que no por ser hermosa está obligada a casarse, tal como se sabe, ocurre de continuo en comunidades rurales, y aun en el seno de muchas familias, a todo lo largo de nuestro país.
Marcela dice saberse hermosa; sin embargo, ello no la obliga a corresponder en amores a quien la pretenda por esa misma razón, por su hermosura, pues si fuera fea no la pretenderían de la misma manera, además:
(…) si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquél que por solo su gusto con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda?;
Hace hincapié en que ella nunca dio esperanzas a Grisóstomo ni otro joven, pues todavía no siente atracción por alguno, de manera que:
(…) Quéjese el engañado, desespérese aquél a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confiese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo, ni admito. El cielo aun hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo que amar por elección es excusado”.
Dicho lo anterior, se retira del contingente, ante lo cual don Quijote exalta las sobradas razones con que Marcela ha defendido su virtud:
“Ella ha mostrado con claras razones la poca o ninguna culpa que ha tenido en la muerte de Grisóstomo, y cuán ajena vive de condescender con los deseos de ninguno de sus amantes, a cuya causa es justo que en lugar de ser seguida y perseguida, sea honrada y estimada de todos los buenos del mundo, pues muestra que en él ella es sola la que con tan honesta intención vive”.
Espero sirvan estas líneas subrayadas no sólo para abrevar sobre la equidad de género que debe prevalecer actualmente, sino para invitar al “desocupado lector” a que vuelva sus ojos, alguna vez, a la obra original (y completa) del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha… las sorpresas que puede proporcionar esta obra siguen siendo infinitas.