9 de octubre de 2024

¡VAYA JUSTICIA DE GÉNERO!

A PROPÓSITO DE DÓNDE ESTÁ EL AUTÉNTICO DEBATE DE LA IGUALDAD DE GÉNERO

Crónicas Ausentes

Lenin Torres Antonio

Una historia hecha por el hombre, la mujer excluida de la escritura, una cosa pública incapaz de reflejar el ideal de la igualdad entre el hombre y la mujer.

Corre paralelo un discurso incompleto, y se hace acompañar de estrategias reivindicativas obsoletas incapaces de percibir el contexto de la decadencia del mundo occidental, donde el problema de la femenino no puede más que plantearse como un absoluto que posibilite que la mujer escriba lo público y lo piense, cargando consecuentemente, con la posibilidad de otro fracaso del “hombre” para hacerse con una conceptualización de lo público que prevea la experiencia progresiva de la vida en sociedad.

El problema no está en hacernos con políticas pública con perspectivas de género, sino con hacer perspectivas de género de las políticas públicas, puesto que la historia y la manera en que se ha construido la subjetividad humana no admite otra lectura ni sensibilidad, ni mucho menos, otra interpretación, porque es lo masculino lo que ha construido esta “idea de hombre” que tenemos en la actualidad, donde los roles se cumplen a raja tabla, pese a los logros de la emancipación de la mujer, paradójicamente, ahora le cargamos a la mujer nuestro roles, aparte los suyo los tienen que cumplir religiosamente, vaya justicia de género, vaya lucha y los resultados de esta lucha, a parte de la crianza, los labores del hogar, ahora tiene que trabajar y hacerse con la responsabilidad de la manutención, todo por la igualdad.

El debate es interminable, ¿cómo escribir un mundo humano con las manos de las mujeres?, pareciera una pregunta obligada después de darnos cuenta que la historia escrita del hombre fue hecha con las manos de los hombres, con los rostros de los hombres, hasta el Dios judeocristiano se hace presente con un rostro masculino, y más complicado resulta definir ¿qué es mujer?, porque cualquiera puede colocarse en ese lugar, en ese sitio, en ese sentimiento, en ese deseo; los territorios conceptuales se superponen, más cuando nos damos cuenta que no es fácil esa última pregunta, fundamental responderla para debatir la primera pregunta, más cuando nos damos cuenta que no son suficientes los roles ni el cuerpo, principalmente porque tocamos los terrenos epistémicos de la subjetividad.

Pero insistimos en incluir la diferencia sin anularla, y si esto es posible, rehacer la historia escrita por el hombre, construir una historia entre iguales, compartir una narrativa entre iguales, para lograr la plena igualdad, para hacer justicia, y el papel de la mujer sea fundamental; incluso como historia de lo real, pensar que algún día pueden los hombres reclamar justicia por el mal uso de la parte de la historia hecha por las mujeres.

Pero dejemos la conjetura conceptual, y seamos prácticos ante la imposibilidad de rehacer la historia y pensemos cómo con la forma en que hemos construido la historia humana antropomórfica masculina, podamos incluir la diferencia de lo femenino (mujer mujer) sin anularla, y hacer posible un mundo entre iguales, acabar con los abusos de la debilidad física de la mujer, de los crímenes por ese abuso del poder físico acompañado del poder psicológico, de educar a las nuevas generaciones en la necesidad de concientizarse del otro como un igual, y que es necesario para posibilitar la pervivencia de la especie humana.

No es sencillo aceptar este cambio de paradigma, puesto que creemos ciegamente que es posible reconstruir la subjetividad de lo social, y enseñar a los hombres e introducir en las instituciones públicas «la perspectiva de género», y que podemos incorporar las diferencias sin anularlas, mito que proviene de la vanagloria del logos y la racionalidad, insistentemente, una cara de la misma moneda, un alma y un cuerpo, imposible concebir dos almas y un cuerpo. Así de simple, la historia del hombre la ha construido el hombre, demos pues el paso de dejar que la mujer configure la historia del hombre en su vida pública; las amazonas gobernando, con todo el enigma de la mujer, con su posicionamiento ante la falta estructural, por un lado, ajena y por el otro, capaz de asumir la responsabilidad de la vida irrestrictamente, se espera no la rebelión de los esclavos ni de los ascetas sino de las mujeres.

Una contaminación ominosa, paradójicamente las principales reivindicaciones, aguerridas defensoras de la mujer, son “hombres encerrados en cuerpos de mujeres”, quien más puede aferrarse en esa defensa a ultranza sino quienes las aman, aun cuando en lo real haya una carencia. Aún ahí lo masculino está presente, volviendo contradictorio todo discurso reivindicativo de la mujer.

Así de simple, la historia del hombre la ha construido el hombre, demos pues el paso de dejar que la mujer configure la historia del hombre en su vida pública; las amazonas gobernando, con todo el enigma de la mujer, con su posicionamiento ante la falta estructural, por un lado, ajena y por el otro, capaz de asumir la responsabilidad de la vida irrestrictamente, se espera no la rebelión de los esclavos ni de los ascetas, sino de las mujeres.

Pero antes debemos sanear una contaminación ominosa, paradójicamente las principales reivindicaciones, aguerridas defensoras de la mujer, son “hombres encerrados en cuerpos de mujeres”, quien más puede aferrarse en esa defensa a ultranza sino quienes las aman, aun cuando en lo real haya una carencia. Aún ahí lo masculino está presente, volviendo contradictorio todo discurso reivindicativo de la mujer.

La lucha está en otro lugar, no en el cambio mecánico de las formas y procesos en que se ha configurado la vida pública, excluyendo no a la mujer como tal, sino su perspectiva sobre la cosa pública, el cambio está en ese sutil cambio del ordenamiento semántico, “políticas públicas con perspectiva de género” por “perspectiva de género de las políticas públicas”, no en su patética mendicidad de compartirles la historia del hombre.

La historia ya está escrita, y atendiendo a la biología se configuró el espíritu, el alma, no es el alma encerrada en un cuerpo, es el cuerpo encerrado en un alma, es propio del lenguaje, de la estructura simbólica que sostiene nuestra idea de mundo y del hombre, es ahí donde se libra el debate final, donde se pasa del pensar al hacer, al exceso, al crimen; en suma, es la clínica la dimensión faltante en la política y en la guerra sin cuartel que se libra por la igualdad entre hombre y mujer, desde donde se pueden salvar muchísimas víctimas de la violencia de género que tiene que ver con un falso debate que incita a la confrontación, al dominio del otro y no a la igualdad, si es que puede haber tal igualdad en los términos en que concebimos la igualdad.

El salto cualitativo a que debemos apostar tiene que ver con la clínica, la revisión del concepto hombre y mujer, y la construcción de la subjetividad.