A propósito de suscribir un pacto por una democracia verdadera y transitar hacia un régimen político decente y eficiente
Crónicas Ausentes
Lenin Torres Antonio
La calidad de la democracia se ha deteriorado desde hace mucho tiempo, o quizás nunca ha tenido la suficiente calidad por la incapacidad de atajar las pulsiones narcisistas, egoístas e individualistas del propio hombre, que se deslizan en sentido contrario a la esencia de la democracia que es el sentido comunitario de pertenencia, la democracia entraña incorporar la diferencia sin anularla, pero esta diferencia no puede poner en peligro a la misma democracia, que implica pluralidad en orden, diversidad en la unidad, individuación en la totalidad, al final de cuenta, si educar tiene que ver con un acto comunitario que debe impulsar el desarrollo de los individuos en sociedad e incidir en un crecimiento público, estamos ante la era del fracaso de la democracia como el estadio más ordenador de la vida en sociedad, y por ende, del acto educativo para aprender a vivir en sociedad y fortalecer el lazo social.
Es innegable que la discusión sobre la democracia real es un asunto que debe entrar en un debate permanente tanto conceptual como práctico, al igual, que el papel que ha venido desempeñado los poderes mediáticos en la democracia. Si bien podríamos pensar que estos debates son temas exclusivos de la arenga intelectual, y que le corresponden a los académicos e intelectuales hacerlo, esto no es así, ya que la democracia no es un estación de término sino de permanente movimiento de la vida del hombre en sociedad, por lo que no se puede pensar que sólo es una discusión académica sino también de comportamiento, actividad familiar, acciones cotidianas, cultura, en fin, de todo lo que implique formas de actuar y organizar la vida pública, de construir los espacios públicos para el diálogo y el debate; es decir, paralelo al debate académico, hay que ir acotando y haciendo a un lado todo lo que va en sentido contrario a la democracia.
México vive una transición democrática, que llanamente significa el tránsito de un régimen de simulación democrático hacia otro de auténtica democracia, un momento histórico que se le ha denominado la 4ª Transformación de México, y tiene que ver que antecedieron tres momentos de inflexión en la historia de México, la Independencia, la Reforma, y la Revolución, los tres grandes movimientos sociales ocurridos en México que hicieron transitar a México de “forma violenta” de un estadio de cosas a otro totalmente diferente: la Independencia, de la servidumbre a la península Ibérica a la autonomía, y el intento de construcción de un Estado propiamente mexicano; la Reforma, que establece la secularidad de las instituciones públicas y el gobierno, es decir la separación entre el Estado y la Iglesia, y el fin de la dictadura de Santana; y la Revolución, un movimiento violento que pone fin a la dictadura de Porfirio Díaz e instaura un “sistema democrático”, este último movimiento se degeneró y terminó por instaurar una especie de “dictadura perfecta” del sistema presidencialista mexicano.
Desafortunadamente parece que ese transición adolece de memoria histórica, en el sentido que los hechos históricos por muy evidentes que pareciera, en ocasiones se olvidan que si analizan podríamos darse cuenta que México no vivía en una verdadera democracia, donde el poder público respondiera a los intereses de las mayorías y del bien común, sino todo lo contrario, servía la democracia para legitimar un régimen de corrupción y de beneplácito a los interese privados del poder fáctico. Hay pues en esa transición o hito histórico una lucha permanente entre los poderes fácticos que quieren volver al pasado status quo y los que asumen la postura de construir un estadio político democrático verdadero y las condiciones institucionales, conceptuales, y culturales de un verdadero comportamiento social democrático.
El escenario estrambótico actual, nos deja desafortunadamente ver lo lejos que estamos de un auténtico debate democrático y una praxis que nos encamine hacia una auténtica democracia, escenario que representa un petición de principio, puesto que se necesita una democracia verdadera para llegar a establecer una democracia verdadera, por eso digo, que el debate no tan sólo es intelectual y académico, sino también práctico, por lo que debe corre paralelo al debate académico e intelectual sobre la democracia, la praxis que debe apuntar a la reordenación de las conductas, formas, y denuncias de elementos que se infiltran pareciendo un aparente fortalecimiento democrático, y que no son más que formas encubiertas para infiltrarse en el juego del poder público, contraviniendo el auténtico debate democrático.
Como lo estoy señalando, el escenario político en México a partir de la pérdida del poder público de la vieja y degenerada clase política, y la llegada al poder público de Andrés Manuel López Obrador, a finales del año 2020, se divide abiertamente en dos frentes, por un lado, un bloque opositor new oligárquico, representado por una alianza de los dos otrora grandes partidos políticos PRI y PAN, se suma a ésta alianza opositora un partido remanente de la corriente democrática que vivió el PRI en los años ochenta, el PRD, antes de esa alianza sui generis, paradójicamente el PAN y el PRI eran los grandes enemigos políticos, competían y se revelaban el poder público en los últimos 30 años. Podemos decir que esa alianza confirma lo que ha venido diciendo y señalando en presidente obrador que son la misma cosa, que representa una misma naturaleza perniciosa e incapaces de asumir su mea culpa en la crisis pública que vive México, así mismo, se suma a esa alianza opositora, gran parte del poder mediático, encolerizado por la pérdida de los privilegios y del presupuesto que recibían del pasado régimen, y por último, podemos percatarnos que esa alianza es promovida abiertamente y auspiciada por los poderes fácticos del poder económico, quienes siempre utilizaron a la política y a los políticos, particularmente a esa clase política en franca degeneración para mantener sus riquezas e incrementarse, por eso vemos como México terminó siendo un país con esos pocos “hombres de negocios” que ostentan actualmente más del 50% del PIB, y una inmensa mayoría, distribuida en pobres y clase media incipiente, revelando con esto, la nula justicia social y la repartición democráticas de las riquezas en la historia reciente del México posrevolucionario.