3 de mayo de 2024

FRIO, FRIO| Por Arturo del Bosque

El “frio frio, como el agua del rio” “o caliente, como agua de la fuente”, estribillo que acompaña una bella pieza musical del gran Juan Luis Guerra, de pronto leyendo encuentras que es parte de un poema de Federico García Lorca, poeta irreductible, asesinado, por el odio irracional, la bestialidad trama de los gorilas que acechan, piano – piano y se ceban en espíritus nobles, quienes al final les exhiben tal cual, rencorosos, violentos, irracionales y fanatizados.

En esta deriva, uno quisiera seguir la balada Interior del poeta, su primer escuela, su primer beso que a lluvia le supo, sin embargo uno cae en la cuenta del dolor, del sufrimiento que, a fuerza de botas y bayonetas ha infligido la canalla a lo largo de la historia.  Millones de seres humanos mutilados, en cárceles de odio, en paredones y campos de terror, quizá como un ejercicio de obligada memoria histórica y para que nunca más, los canallas se cebes en espíritus libres, para que seamos y fraternos nos descubramos congéneres, hermanos.

En la mañana del 19 de agosto de 1936, Juan Luis Trescastro, un falangista fanfarron y mujeriego, entró al café El Royal en Granada y se le acercó al pintor Gabriel Morcillo para comunicarle una de las peores tragedias del mundo de la literatura: “Don Gabriel, esta mañana hemos matado a su amigo, el poeta de la cabeza gorda, yo le metí tres balazos en el culo, por maricon”

El limite en el lenguaje de una persona, es, el limite de su mundo, así tenemos que mientras más miserable de espíritu es una persona, su lenguaje se torna limitado y cruel, sarcástico e hiriente, porque su cerebro no da para más. Ni lo necesitan, si el lenguaje de violencia y odio ocupa mas que florido lenguaje, macanas, fusiles y bayonetas. Es este un asesinato que, a la España toda le reclama tumba y recuerdo para el poeta universal  de “frio frio como agua de rio.”

Permítasenos regresar a nuestra América donde la canalla de verde olivo vestía y ominosa bota calzaba, ejércitos asesinos que cegaron vidas que rebeldes apenas florecían, si para matar a Lorca conspiraron varias decenas de torvos sujetos, en el cono sur fueron los intereses económicos, la hegemonía rancia que al menor asomo de la palabra socialismo respingaba, hipócrita, en nombre de la libertad, (obviamente la suya) , torturaban, desaparecían y/o asesinaba a una población frágil básicamente inerme e  indefensa.

Como dueles mes de septiembre, cuando en el hermano pueblo de Chile, conspiró  el imperio con los traidores de siempre, los que movidos por la ambición, ofrendan la sangre de sus pueblos si es que el poderoso insaciable se los demanda, un golpe de estado que segó la vida de un ser humano ejemplar que, poetizaba con las categorías sociales que, de la igualdad, la fraternidad y la justicia hizo bella prosa, tus alamedas, Salvador Allende, hoy te caminan y mantienen mas viva que nunca tu memoria.

“Los acontecimientos comenzaron a desarrollarse temprano. Informado de la sublevación de la Armada, Allende se dirigió raudamente al Palacio de La Moneda a las 7:30 horas, el que estaba custodiado por tanquetas de carabineros. Luego de conocido el primer comunicado de la Junta Militar, poco a poco se fueron retirando. Cuarenta y cinco minutos más tarde, se iniciaba el ataque al palacio de gobierno por tierra.

Cerca de las once de la mañana, el Presidente Salvador Allende dirigió su último mensaje al país, a través de una cadena de radioemisoras simpatizantes del gobierno. En éste señalaba su decisión de no abandonar la casa de gobierno. Agregaba que se mantendría firme en su postura de «seguir defendiendo a Chile».

Al mediodía se inició el bombardeo sobre La Moneda, el que se prolongó durante 15 minutos. Aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea de Chile, luego de sobrevolar su objetivo, atacaron la sede del gobierno con cohetes «rockets» que destruyeron dependencias y provocaron el incendio del edificio. Pocos minutos después caía La Moneda y el Presidente Salvador Allende era encontrado muerto en el salón principal junto al arma con la cual se suicidó. Al día siguiente, toda la prensa del país mostraba en primera plana el Palacio de La Moneda destruido y humeante. Con tres siglos de historia y habiendo albergado a veintitrés presidentes de la Republica de Chile, éste nunca antes había sido destruido.”

«Esta Será Seguramente la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación.

Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron… soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino que se ha autodesignado, más el señor Mendoza, general rastrero… que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado director general de Carabineros.

Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente.

Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen… ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes,. quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los Colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos… porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando la línea férrea, destruyendo los oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder: estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será callada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Éstas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición».

Se dijo que había sido un suicidio lo que segó la vida al compañero Salvador Allende, hay versiones que hablan de que fue brutalmente asesinado, al compañero lo asesino el imperio, los traidores y el silencio cómplice de una comunidad internacional que ante la felonía, voltea hacia otro lado, no así nuestro país que, generoso y noble, acogió en su seno a la familia del presidente mártir,  así como a miles de ciudadanos chilenos víctimas de la persecución y la tortura.

Que mas quisiera uno que, repito, seguir la deriva poética, las circunstancias desgraciadas en cuantas partes del mundo, nos ha hecho renegar, literalmente, del género humano. como la felonía que nos avergüenza como nación entera, la que una noche de embriaguez y brutalidad encontró en el hermano del presidente Francisco I Madero, carne donde saciar el voraz apetito de los canallas. Duele contarlo, duele recordarlo, es menester para nunca olvidarlo.

“Aquella misma mañana muy temprano, en la terraza del Castillo de Chapultepec, ante el océano verde de ahuehuetes centenarios que, parecía, levantaba olas cada vez más altas con el crecer del día, Gustavo insistió: —Hasta las piedras que están abajo de nosotros saben que Huerta confabula contra ti y sólo tú no lo quieres ver. ¿Cómo pudiste creer su argumento de que dejaba entrar los carros de víveres a la Ciudadela para que los rebeldes no se dispersaran por la ciudad y crearan mayor caos? —Tenemos que dejarlo trabajar de acuerdo con sus planes—dijo el presidente—.En estos momentos no nos queda más remedio que jugárnosla con el general Huerta.”

Luego la felonía:

EL ASESINATO BRUTAL

Victoriano Huerta recibió un mensaje del general Manuel Mondragón, que permanecía en la Ciudadela. Allí, todo era algarabía: El presidente estaba preso, y Huerta había pactado el apoyo del embajador estadunidense. El maderismo había caído, y, exaltados por el alcohol, oficiales y tropa querían sangre, querían vengarse de sus rivales. De hecho, le pedían a Huerta que les entregara a los hermanos Madero.

Huerta, que fraguaba la maniobra con la que se haría del poder, no les dio a Francisco. Pero sí a Gustavo, y al intendente Bassó. Con eso fue suficiente para que en la Ciudadela se despertara el hambre de violencia. A los ojos de Mondragón y Díaz, Bassó era el responsable de la muerte de Bernardo Reyes, al dirigir la ráfaga de ametralladora aquella mañana aciaga del 9 de febrero. Gustavo… a Gustavo, si acaso, solamente lo quería su hermano.

Gustavo no era ningún blandengue: abundan las fotos de él en la campaña de 1911, a caballo junto a Villa, entre los dirigentes de la revolución. Pero entregado a la tropa comandada por un capitán Zurita, no tenía ninguna oportunidad. Después, corrió el rumor de que había ofrecido buen dinero porque lo liberaran. Lo llevaron a rastras a un patio; se aferró al marco de la puerta. En el forcejeo, le dieron un balazo en la mandíbula. Desquiciado por el dolor, gritaba desesperado.

“¡Ojo Parado, cobarde!” “¡Ojo Parado, llorón!” era la gritería que lo envolvía. Lo arrastraron a la puerta norte, al campo donde solamente estaba la estatua de Morelos. Los testimonios dicen que un tipo que había desertado del bando leal, apellidado Melgarejo, le hundió la bayoneta en el ojo sano. Hay quien segura que Manuel Mondragón observaba el drama. Al intendente Bassó, lo fusilaron sin mayores preámbulos. Le concedieron la gracia de elegir el sitio de su muerte, ahí, donde pudiera ver la Osa Mayor, guía de los marinos.

Ciego y aterrado, Gustavo corría por su vida. Cayó cerca del monumento. Se acercaron soldados y oficiales y lo acribillaron. Con una linterna, lo examinaron. Ya estaba muerto. Agregaron la befa a la violencia: le mutilaron los genitales, lo cubrieron de estiércol y tierra. Desvalijaron el cuerpo: le quitaron 63 pesos, un cuadernito de apuntes donde la última frase era “Todo está perdido”. Lo enterraron casi a flor de tierra. Luego, los traidores continuaron su fiesta.

Del estribillo de “frio, frio como el agua del rio”, a la triste realidad, y sin embargo la humanidad, terca, esperanzada quizá, sigue pariendo poetas, héroes y mártires, es que como decía León Felipe en su poema, “Que Pena”…

“¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha? Los mismos hombres, las mismas guerras, los mismos tiranos, las mismas cadenas, los mismos farsantes, las mismas sectas ¡y los mismos, los mismos poetas!”