28 de abril de 2024

YO SOY JALCOMULCO: TIERRA DE ESCRITORES

“Limón verde”

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Esta visita estuvo genial, charlamos y charlamos bastante con un enorme personaje quien nos contó cosas maravillosas del Jalcomulco de los años de sus abuelos. Fulgencio Garduño Milán, mejor conocido como “El Cuervo” quien recibió ese apodo debido a que su padre era un hombre blanco, güero, “mientras que yo al nacer resulté un bebe moreno moreno, negro, tan negro como un cuervo”…

Como nadie más en la región él sabe de la siembra de mango y las distintas variedades de esta fruta. Presume poseer dos vértebras de platino en la columna vertebral, so pena de también tener una placa de ese mismo metal al costado derecho en su cuerpo. Camina, pero no brinca, ni corre, pero tampoco le importa porque no lleva prisa.

Charla y tiene en la punta de la lengua la memoria, juega con ella y se queda en silencio para traer los pensamientos como si las cosas de sus recuerdos hubieran ocurrido ayer. Mueve los ojos como si buscara algo en el tiempo mientras se pasa de una mano a la otra su bastón. En este momento prepara bolsitas de dorados cacahuates, exquisitos, deliciosos, para la venta a un costo de 10 pesos, tiene garapiñados, con sal y ajo, con chile y limón…

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“Algunos no saben mi nombre y otros nunca lo pronuncian porque a mí me dicen El Cuervo. Aquí me encuentras siempre”, esas son sus palabras que exhalan, irradian y esparcen hospitalidad al visitante, al turista, al amigo.

No para en las anécdotas y vivencias de su infancia y juventud, es un hombre feliz y agradecido por vivir y vivir en Jalcomulco. “Somos nosotros los únicos con el apellido Garduño aquí en esta tierra, mis hijos y yo”.

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Eran las 2:45 horas y el río y su continuo murmullo me despertaron. En la quietud de la madrugada, en el conticinio, pensé entonces que la tradición como el legado que va de generación en generación. Y que es el modo de hablar, de reír, de gritar, de llorar y de soñar lo que distingue y configura el propio ser de las familias y de los pueblos, por eso, defenderla es defender la propia vida de una sociedad.

El agua, brava y caudalosa, entre las piedras descubre un río nocturno y natural. Su fluir es eterno, es libre como sus peces. Es un hechizo del que uno no quiere escapar, es una armoniosa melodía que me fascina.

Este río se escucha, pero es mejor sentirlo, a él se unen sonidos cuyas sensaciones son una flor expandiendo su perfume como un regalo de la naturaleza. Su frescor e incesante murmullo me trasladó nuevamente al mundo de los sueños y ahí es donde me sentí atraído por su sinfonía.

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Ahora ya es domingo y es lejano el canto de la oropéndola. Es muy temprano, se asoma el sol y en su silencio escucho otra vez al río sintiéndome atraído por su fuerza y sus colores, creyendo que la perpetua corriente se lleva los sonidos a la boca del cielo para mostrar -en cada rayo de sol- a Jalcomulco como un embrujo natural.

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A las 9:00 horas estábamos parados frente al agua del río, mirábamos pasar un enjambre de balsas con gente sonriente y sus remos en las manos, el ondulado manto del agua perpetua separa al viento de su color para brindar salpicantes destellos convirtiendo en extraordinario el momento para mirarme en la mano un puño de estrellas que entrego a los guardianes.

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Yo soy Jalcomulco: Tierra de Escritores, es una iniciativa ciudadana, es un proyecto consumándose en favor de “recuperar la memoria colectiva y el patrimonio inmaterial de Jalcomulco”, cuyo objetivo es conocer a Jalcomulco leyendo y reconocernos valiosos…

alejandro hernández lópez