14 de noviembre de 2024

Posicionamiento del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, sobre los artículos publicados hoy por la revista The Economist

Carta a la editora de The Economist

Ciudad de México a 27 de mayo de 2021

Señora editora:

Hace apenas unas semanas tuve el gusto de conversar con el editor internacional de su revista. Aproveché la ocasión para exponerle los puntos fundamentales de la profunda transformación política, económica y social que está viviendo México desde hace dos años y medio. Hablamos, entre otros temas, de los esfuerzos que, como gobierno, estamos emprendiendo para salir de la pandemia de COVID-19, de nuestras constructivas relaciones con Estados Unidos, así como de nuestra visión para detonar el desarrollo en el sur de nuestro país y Centroamérica y de la situación política del país en general.

El editor internacional de The Economist no fue sensible a uno solo de los argumentos. Por el contrario, a unos días de los comicios en los que los mexicanos elegiremos libremente a nuestros representantes, su medio publica un par de artículos en los que se invita a votar en contra del presidente y su partido. La opinión y el llamado sorprenden, no por la posición ideológica de su medio, sino por su virulencia y fragilidad argumentativa. Detrás de estos pareciera permear la visión de que la mayoría de la sociedad mexicana, sobre todo la de menos recursos, está equivocada y apoya a quien no debe. La portada de hoy es la síntesis de la exasperación. Se sabe que los resultados de la elección, como ocurrió en 2018, no coincidirán con lo que ustedes desean.

Hace poco se predijo que López Obrador difícilmente alcanzaría el poder y que, en caso de que el electorado mexicano lo eligiera, conduciría al país a un inexorable fracaso económico, caracterizado por devaluación, hiperinflación, endeudamiento y a un choque directo con Estados Unidos.

Nada de ello ha ocurrido. Por el contrario, el gobierno del presidente López Obrador ha cumplido con su promesa de priorizar y reenfocar el gasto hacia los más pobres, como él siempre lo prometió. Al mismo tiempo, ha mantenido la disciplina fiscal y unas finanzas públicas sanas. Logró, por ejemplo, incrementos históricos al salario mínimo, al tiempo de mantener a raya la inflación y sostener la estabilidad de la moneda. En el ámbito bilateral, ha logrado construir en poco tiempo una relación de respeto y colaboración con la administración del presidente Joseph R. Biden.

La falla de las élites en entender a López Obrador hoy parece repetirse en sus páginas. Estas dibujan un panorama desolador para el país, pero pierden de vista que, si bien la economía mexicana, al igual que la del resto de los países, sufrió los estragos de la pandemia, crecerá alrededor del 6% este año, sin haber contratado deuda, manteniendo las finanzas sanas y con números históricos de Inversión Extranjera Directa.

Su semanario cuestiona la respuesta gubernamental ante el COVID-19, pero pasa de largo el esfuerzo mediante el cual México logró, en cuestión de meses, expandir al más del doble sus capacidades de atención hospitalaria y contar con un acceso oportuno y universal a la vacuna. No por nada, México es actualmente el décimo país con mayor número de vacunas aplicadas a su población, la cual -dicho sea de paso- ha mantenido su apoyo al presidente en las horas difíciles.

Pero quizás lo más llamativo de los textos, por lo absurdo que resulta, es la sugerencia de que el presidente López Obrador de algún modo ha minado la democracia mexicana, cuando lo que ha hecho es precisamente lo opuesto. Muchos de sus lectores recordarán que México era hasta hace no tanto un país autoritario, sin libertad de prensa ni comicios libres, que transitó a la democracia gracias al empuje de muchos mexicanos, entre los que destaca López Obrador.

Su lucha de décadas en contra de un sistema cerrado ha derivado en una democracia fuerte, plural y diversa, en la que, como nunca, se consulta a la población de manera directa sobre temas sustantivos. Esto ocurre cotidianamente, por ejemplo, en Estados Unidos, en donde en conjunto con la elección de candidatos se votan proposiciones controversiales.

Como nunca antes en la historia, en México hay plena libertad de prensa y de pensamiento. En un ejercicio inédito, el presidente López Obrador rinde cuentas a la ciudadanía y mantiene un diálogo circular con la prensa. Los niveles de crítica al presidente López Obrador son incomparables con los de sus antecesores (baste abrir cualquier diario mexicano) y, no obstante, es el mandatario más popular de la democracia mexicana.

Hay dos posibles explicaciones a que un gobierno como el del presidente López Obrador se mantenga con alto margen de aprobación, incluso después de haber transitado por momentos difíciles. La visión elitista, defendida ad nauseam, es que esas mayorías están equivocadas y no saben lo que realmente les conviene. Otra, acaso la más obvia pero sorprendentemente poco considerada, es que la mayoría de personas se está favoreciendo por un sistema que por primera vez los tiene como prioridad.

¿Acaso no será tiempo de cuestionarse que son las élites enojadas y exasperadas con el presidente López Obrador y no la mayoría que se siente representada y defendida las que estén equivocadas?

Vivimos tiempos turbulentos y, sin duda, hay todavía mucho que hacer aún para derrotar a la pandemia, lograr el despegue definitivo de la economía y cumplir con la promesa de cerrar la grosera brecha social, pero la valoración de los mexicanos es que vamos por buen camino y que lo estamos logrando. Quizás es tiempo para que,

parafraseando un artículo de su revista de hace algunos años, las élites exasperadas entiendan que no están entendiendo.

Atentamente,

Marcelo Ebrard

Secretario de Relaciones Exteriores