7 de diciembre de 2024

Nacho Pérez Solano Trayectoria en la escultura y talleres libres de arte|Juan Alberto Hernández Ortiz

Oriundo de Tlacotalpan, perla costera que lo ha sabido reconocer como hijo predilecto, Ignacio Pérez Solano antes que escultor es un hombre íntegro, cuya labor en talleres le ha merecido diversos reconocimientos, aparte de la obra escultórica en distintas ciudades y países. En su infancia, Nacho supo que gustaba de las artes evoca que su grupo de amigos se divertían moldeando barro que las ranas de los estanques batían con sus ancas -no existía la plastilina, recuerda-; esa fue su primera experiencia con el modelado, que aunado con el oficio de marmolería de su padre fue guiando en su camino hacia las artes plásticas. Fue gracias a una beca que pudo estudiar en la Academia de San Carlos, en el DF, donde conoció al maestro Francisco Zúñiga y con quien trabajó en diversos proyectos.

Su arribo a Xalapa ocurrió hace más de cincuenta años, invitado para fundar el taller de escultura en la Escuela Técnica Industrial. Por aquella época, “son dignos de mención los talleres creados por el Seguro Social para estimular a quienes tiene vocación artística: el de Xalapa está a cargo de Ignacio Pérez Solano, y de Alberto Sedas, en Córdoba”, escribió Alberto Beltrán en el libro Pintura y Escultura en Veracruz, 1910-1980, publicado en 1980.

Más tarde, viendo que en la capital del estado había grandes maestros en talleres libres diversos, y a iniciativa de Alberto Beltrán y Norberto Martínez y Mario Orozco Rivera, la Universidad Veracruzana tuvo la atinada visión de fundar el Taller de Artes Plásticas, con los profesores Ignacio Pérez Solano, Kiyoshi Takahashi, Edelmira Losilla, Fernando Vilchis, Margarita Cardona, Yolanda Soto de Savín y por supuesto los promotores del proyecto: Alberto Beltrán, Mario Orozco Rivera y Norberto Martínez. Este es el precedente de la Escuela de Artes, posteriormente Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana.

La labor docente de Nacho Pérez se dio más en los talleres del Seguro Social, talleres que funcionaban como terapias ocupacionales, y en algunos casos sirvió para motivar en muchas personas en iniciarse profesionalmente en las artes. Para Nacho el respeto hacia la obra de cualquier persona es un principio ético inalienable, que supo hacer prevalecer en su labor de tallerista, y en su propia obra. Es la enseñanza que desde el seno familiar le fue inculcada y que quiere dejar como legado: el respeto a la “huella” del artista, no importando su edad ni su formación o la ausencia de ella, y tomemos en cuenta que él es un profesional formado en San Carlos, con tradición por el academicismo y las normas.

Algo que vale la pena destacar del maestro Nacho es que, aun cuando durante décadas su vida profesional estuvo dedicada a la impartición de talleres, y sin descuidar su compromiso educativo, siempre se dio tiempo para hacer obra personal, lo que le permitió ser invitado en varias ocasiones a develar obra en distintos países. También hay que señalar que en el extranjero es más conocida la labor de reproductor de réplicas de cabezas olmecas colosales, pero mucha de la obra personal de Nacho Pérez oscila entre monumental, retratos escultóricos y un gran abanico de obras terminadas y en maqueta (de excelsa calidad) que abundan en su casa cercana al Teatro del Estado, y mucha más que se testimonia por infinidad de fotografías y documentos que guarda, material del cual bien pueden surgir algunos volúmenes bien editados de su obra y trayectoria.

Su obra personal cuenta con lienzos, piezas en madera, piedra, una riquísima aplicación de elementos prehispánicos volumétricos en diversas partes de su casa, así como múltiples maquetas de cera, yeso, madera, entre otros. En ellas se advierte gran solidez de estilos, así como la adecuación temática acorde a proyectos murales de gran envergadura.

Dos de sus obras monumentales que se encuentran en Xalapa son las siguientes: “La Olla”, que estuvo asentada en la glorieta de Ávila Camacho en 1962, y cambiada de sitio más tarde, frente al Museo de Antropología, y en la actualidad se encuentra en un nicho especial en el Parque Los Tecajetes de Xalapa. “A él mismo le fue encomendada la ampliación en piedra de un pequeño hueso labrado perteneciente a la cultura totonaca y hallado en el Cerro del Macuiltépec, en la capital de estado, y que está colocado en el área de las tres culturas del Parque Ecológico del Macuiltépec”. (Alberto Beltrán: Pintura y Escultura en Veracruz, 1910-1980, Ediciones Punto y Aparte, 1980, p. 155-156.)