“Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”
Voltaire
Por Segundo Carmelo Padilla Cruz
En 1987, en la ciudad de Valencia en España, se desarrolló un debate en extremo interesante. El evento fue membretado bajo el nombre: “El compromiso de los intelectuales”. Un tema que, para la ocasión, resultaba pertinente y apropiado pues se recordaba al fascismo y totalitarismo de la primera mitad del siglo XX, así como la dictadura de Francisco Franco en España. Cabe decir que este suceso tuvo la capacidad de congregar a grandes participantes que se dieron cita aquella ocasión. Entre ellos (solo por mencionar a algunos), los Premios Nobel de Literatura: Octavio Paz (mexicano) y Mario Vargas Llosa (peruano). El primero, galardonado con este reconocimiento en 1990, y el segundo, en 2010. Un tercer nombre, aunque no menos importante que los dos primeros, fue el de Fernando Savater (reconocido filósofo español).
Ante la presencia inaudita de estos personajes y dadas las magnitudes del evento en un lugar como el país europeo que había tenido en décadas anteriores una experiencia dictatorial, las ideas inmediatamente empezaron a emerger de aquellas mentes brillantes y la lucidez del lenguaje, así como la capacidad de ordenar argumentos, pronto hicieron su aparición para galardonar el evento. Entre los comentarios que más atraparon la atención de la audiencia fue aquel que enaltecía el papel y compromiso que deben tener los intelectuales ante la dinámica social y política de su tiempo. Así como la generación de ideas, la racionalización de la realidad, la capacidad crítica ante el poder, y el espíritu de libertad e independencia en el trayecto de la labor académica e intelectual. Sin embargo, entre esa lluvia de ideas, hubo un punto que sobresalió por encima de muchos otros. Y fue justo uno que mencionó Octavio Paz. Así es, el escritor y poeta mexicano.
Lo que dijo el escritor fue que una de las características fundamentales del así “considerado intelectual” radicaba en su grado de honestidad. Es decir, en la declaración pública de sus distintos intereses políticos, económicos y sociales en torno a una forma del poder. La enunciación de Paz descansó en la premisa de que no importa cuál sea la postura tomada ante el poder, es decir, no importa que partido político o estructura se apoye, siempre y cuando cada uno sea consecuente en las ideas y en la libre manifestación de la postura tomada.
Esta declaración del escritor y poeta mexicano pudo parecer perturbadora para su tiempo y para el nuestro, pues a lo mejor nadie en su sano juicio se sentiría inclinado en apoyar una política autoritaria, o fascista, o conservadora (por mencionar casos concretos de lo que no es la democracia). Sin embargo, considero que las palabras del mexicano poseen un grado de verdad y responsabilidad sin igual, así como de virtud. Algo de lo cual a menudo se carece y, más todavía, se oculta. La honestidad intelectual y su papel en el ámbito político y social, desde aquella ocasión, es algo que debió haber retumbado en los oídos de todos aquellos que sintonizaron dicho encuentro, ruido que ahora también retumba en nosotros al ser coparticipes de tales palabras mencionadas por una autoridad del pensamiento como lo fue el nobel mexicano.
En nuestro contexto actual, es decir, retro-trayendo las palabras ahí dichas, cabe decir que entre nosotros también debe existir un nivel de honestidad. Sobre todo de definición ante el poder político y los personajes que lo ostentan en distintos rubros institucionales y de la gubernamentalidad. De las palabras expuestas en 1987 en aquel evento, y guardando las debidas proporciones entre los intelectuales y nosotros (yo incluido), considero debemos desarrollar la virtud de la honestidad ante nuestra circunstancia y autoridades políticas. Es decir, debemos definirnos políticamente desde ahorita, justo en la víspera de las próximas elecciones del 6 de junio. Las cuales, con toda propiedad, han sido denominadas como las más grandes de la historia. Seamos honestos. Desarrollemos un compromiso social con nuestra realidad, hagamos examen de conciencia histórica de los buenos y malos gobiernos que hemos tenido y padecido a lo largo del tiempo, reflexionemos y pensemos el presente como queriendo mirar hacia al futuro, y desarrollemos una postura y actitud crítica ante el poder y ante los candidatos que esperan ejercerlo. Al fin y al cabo, solo necesitamos de una virtud entre muchas otras. Así es, solo necesitamos honestidad. Honestidad, ante todo.