30 de abril de 2024

COMO CUENTAS DE ROSARIO|Por Arturo del Bosque

En un pasaje de una película sobre la guerra civil en los Estados Unidos, el protagonista al ver pasar a una población de color, que migraba a consecuencia de esa guerra, exclama: “Estamos luchando por hombres y mujeres, cuya poesía, aún no ha sido escrita” . Este pasaje, nos mueve a reflexionar, que en México, hemos llevado a cabo tal cantidad de actos de lucha y resistencia heroicas, que mil poetas no alcanzarían para narrar en prosa, verso o sonetos, estos actos de siglos, que hemos heredado de nuestros ancestros; ni a los traidores, embozados, serviles y persignados, que a la primer oportunidad se convierten en delatores y cómplices omisos o activos, de los enemigos de la Nación; esos que en sus delirios calenturientos, vitorean de sombrerito, pompones y banderita de barras y estrellas, a un ejército yanki que ya ven entrando a palacio en pos de nuestro Presidente; esa derechita cobarde, los traidorzuelos de siempre.
Los caminantes de Aztlán, que encontraron el águila devorando a la serpiente y construyeron sobre esos cimientos lacustres, un imperio que los conquistadores maravillados llamaron “la Venecia del Nuevo Mundo”; así como brillantes Señoríos, entre los más importantes Texcoco, gobernado por un hombre poderoso y a la vez sensible: Nezahualcóyotl. Quizá como presagio, el Rey poeta, nos lega la siguiente reflexión:
“Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
Nada es para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.»

Años después Imperio y Señoríos fueron arrasados, bajo el sino de la espada y la cruz de hombres blancos barbados, crueles y sucios que trajeron consigo barbarie, pillaje y santurronería.

Trescientos años de semiesclavitud, látigo, bota y el más absoluto desprecio hacia los pobladores originales, no dan para hacer poesía.

Un cura, un pueblo y sus afanes libertarios; valientes militares, la campana de Dolores y el estandarte de la Madre más venerada en nuestro país, conforman un poema épico de tal envergadura, que a la postre valió la pena que, los canallas expusieran en jaulas, las cabezas de los libertadores en plaza pública. A esos desalmados engendros que cometieron tamaña felonía, ni poemas ni alabanzas; que si su Dios existe, caro ha de cobrarles sus pecados!

Mexicanos renegados, mal paridos, fueron allende el mar, a buscar un emperador rubio, al que ofrecieron un imperio, haciéndole creer que, en México, un pueblo anhelante esperaba a su graciosa Majestad. En un ataúd de madera de pino que le quedó grande, Juárez puso fin a la aventura transoceánica de Maximiliano de Habsburgo.

Guillermo Prieto, patriota, testigo y protagonista de ese periodo de la Historia, ante el embate de las fuerzas enemigas, arenga a los abnegados hijos de la patria con esta vehemencia:
«Si se toma un fuerte, quedarán los otros fuertes. Después quedan las torres de las
iglesias, los patios, los cementerios, los claustros, las celdas. En cada pieza se hace
un castillo, en cada puerta una muralla. Después todas las aldeas. Si esto se
perdiera, las cavernas, las montañas. Y cuando todo se haya perdido, tendremos
todavía por patria las tumbas y por sudario nuestra divina bandera hecha jirones.”

La Revolución liberal nos entrega una patria restaurada, que por pródigo hijo,
nuevamente será traicionada, Porfirio Díaz, que con menjurjes sin fin blanqueaba su
piel indígena, trajo al país la paz de los sepulcros, aplicando su «mátalos en caliente», hasta que, como dicen los corridos, se topó con un valiente, el Apóstol Francisco I. Madero, hombre de espíritu y lucha, trenes, caballos y fusiles; cuántas canciones, cuánta leyenda, Villa, Zapata, Felipe Ángeles, las adelitas.

Nuevamente los traidores, derraman la sangre del Apóstol mártir y de su hermano Gustavo, en una de las páginas de nuestra historia más vergonzosa de que se tenga memoria. Pero los traidores, fueron cayendo uno a uno, el más cruel, Victoriano Huerta “El Chacal”, que muere de cirrosis, sólo y abandonado, mientras la Patria de nuevo intentaba renacer; años aciagos, de héroes y traidores; años cruentos, poesía hecha corridos, a cual más bello y encendido.

Revolución que a la patria un millón de muertos tributó, heroísmo y necesidades incontables. Sin embargo, los beneficios de tal gesta, apenas en mendrugos, en limosnas, fueron paisaje la desigualdad, la injusticia, el abuso del poderoso sobre el pueblo desvalido; un amanecer, un oasis en calcinante desierto, Tata Lázaro, patriota y nacionalista, lega bienes y recursos, educación y tierras, un legado que aún se añora y que pervive en el recuerdo de los ancianos que le vieron en La Laguna, de botas y uniforme caqui, su general, augusta esfinge de Jiquilpan.

Posteriormente llegarán desarrollismo y crecimiento; bayonetas, el sesenta y ocho, el setenta y uno, años que nos vistieron de luto. Luego la larga noche neoliberal; chacales y hienas en el festín entreguista, vanos y frívolos, dos ataviados con el azul de la vergüenza, un lelo de lengua larga e ideas cortas, otro, ave de mal agüero, colérico, amurallado, hoy en fuga, acorralado, un presidente de la televisión, que no entendía, ni tuvo la más mínima idea de lo que significa gobernar una nación.

Y así después de tanto andar, caer y levantarse, convencidos de que otro México es posible, ondean hoy banderas color vino tinto, en la montaña, en los valles, en costas y ciudades, mientras los traidores, desnudos se acuerpan en inmundo ayuntamiento: el amarillo repta mendigando votos, con la dignidad hecha jirones; los tricolores repudiados, con la peor dirigencia en muchos años y el azul de la sinvergüenza, los ciudadanos que a su movimiento venden, alquilan, prostituyen.

Hoy sabemos por y para quién habremos de ser poetas, protagonistas, testigos e historiadores. como la Torá que por cien generaciones, fue contada de boca en boca, así habremos de narrar que fuimos millones los que con una patria postrada y devorada, que apenas respiraba, nos pusimos de acuerdo; que vencimos envidias y sectarismos, con en el Compañero Presidente como inspiración y rumbo de nuestras acciones por un país más justo. Hombres, mujeres, niños y ancianos, mosaico de colores, hoy el cielito lindo, música, sones, tamborcito y corazones.

Se le canta a venerables ancianos, piel arrugada, andar cansino, hilos de plata, mirada dulce y sabia, hoy dignos caminan el último tramo, se saben acompañados, se saben tibiecitos, cobijados, jóvenes que fueron abandonados, en el falaz discurso humillados, hoy en el aula, en el trabajo, resisten las tentaciones de la canalla, hoy nuestros jóvenes nos acompañan y dan batalla, otros, que sembrando, que al alba ya en los surcos, en el campo, frutales, maderables, su futuro, la caoba fina, el cacao, la dulce nectarina, en las universidades, donde la ciencia, donde civismo y humanidades, normalistas que cuentan del uno al cuarenta y tres, jóvenes de nunca más, hoy cantamos a los niños, a los adolescentes de la montaña, de donde los valles lujuriosos de colores, niños de la periferia que hoy desayunan calientito y sueñan y felices y ruidosos, con los piececitos aunque sean del camino terrosos, trenes, aeropuertos, refinerías, caminos artesanales donde la sabiduría, los conocimientos ancestrales, los parques, los santuarios, proyectan venturas casi como cuentas de rosario.