18 de abril de 2024

Yo, Nosotros; Pensar la soledad

Por Segundo Carmelo Padilla Cruz

“Solo yo y los que me aman para vivir bien y mejor, solo nosotros los transformados, los que hemos sido ungidos por las lágrimas y por tristezas que cualquier débil pudiera desechar y olvidar. Solo mi canto y nuestro canto en el día, siempre de frente a aquella horrible y oscura melodía que nunca quiere ser escuchada; sí, hablo de ese himno, de aquel que es conocido como el Canto de la Noche”.

Segundo Carmelo Padilla Cruz, El Canto de la Noche

Con rotundo amor y cariño para Anabella Padilla Tablada, mi hija.

He escrito estas letras en 2018. Son palabras acomodadas en un espacio y un tiempo particulares. Tienen una dedicatoria para ti y para nadie y, en ese sentido, puedo decirte que son atemporales. Fueron escritas desde la nada, desde un no lugar y desde un no tiempo (como careciendo de ser algo). Son solo frases y texto acumulado. Me gustaría decirte que escritas por un filósofo, pero esa palabra es sublime. Solo me limitaré a decirte que estas reflexiones son el momento en que el pensamiento suele volverse sobre sí mismo, pues son la contemplación de la soledad que se descubre a partir de un yo, como una abstracción del nosotros. Por último, no deseo te gusten estos fragmentos de palabras tristes, sino más bien, anhelo puedan invitarte a la reflexión a partir de un pensamiento hecho letra.

Yo, es el sufrimiento del dolor                                    

Es decir, la no explicación queriendo explicarse, sin saber por qué y para quien. Es aquello que rebasa el entendimiento porque no hay auto comprensión en aquello que dice, en aquello que sabe y en aquello que quiere decir. El sufrimiento del dolor, que es el yo, es aquello que se eleva por encima del sufrimiento mirando de lejos el dolor como algo que es origen, aunque sabiendo que nunca llegará a ser meta. Yo, el sufrimiento del dolor, es más que llorar unos minutos en una cama triste con una cobija fría y rota en un colchón cansado de esperar, el sufrimiento del dolor es la pura intranquilidad y la locura queriendo entenderse a sí misma, cuando bien sabe que toda comprensión es imposible. Yo, es cuando el sufrimiento supera el dolor y sabe, al mismo tiempo, llorar con él. Yo, el sufrimiento del dolor, es la inexistencia aturdida por la tristeza y el sufrimiento de no tener lo que se anhela. El sufrimiento del dolor que es el yo, en realidad, es ausencia, vacío y anhelo de querer tener de nuevo lo perdido, justo porque un alma vacía empieza a extrañar.                  

Yo, es la soledad

Es levantarse y acostarse sin tener nada y a nadie junto de sí. Es ver nada viéndolo todo. Es pensar siempre mucho y a la vez nada en un cuarto lleno de cosas, pero solitario, hueco y descocido a la vez. Es hablar solo en el vacío creyendo que se es escuchado. Es caminar solo por los pasillos de esta casa pensando en nada y formulando, a la vez, un sin fin de pensamientos. Yo, mi soledad, es la escritura que llenan todas estas páginas blancas, las cuales, siempre terminan por lastimar y sembrar frases en párrafos rotos que esperan ser leídos. Es pensar siempre y nunca hacer, porque la voluntad no existe, se fue, se ha ido, se fue lejos, se apartó cuando te fuiste. Yo, mi soledad, es caminar horas por las calles llorando, riendo y meditando algo que no existe más y ya nunca existirá. Yo, mi soledad, es escribir estas líneas en tardes y días como hoy que no dicen nada porque no hay nadie. Yo, mi soledad, es un pensamiento extraviado meditando en nada mientras escribe mucho.    

Yo, es la tristeza

Es llorar muchas veces sabiendo por qué, pero no obstante, sin querer llorar. Es inundar un lecho vacío de algo, es llenar la almohada, la cobija y el colchón frío con el calor de las lágrimas, con el único cobijo y sabor de ellas. Yo, mi tristeza, es esperarte en vano, sabiendo que nunca regresarás porque no quieres y no puedes hacerlo, esa es la tristeza que se ahoga y se pierde en un yo que espera. Yo, mi tristeza, es pensar y recordar todo lo feliz que fui contigo mientras estuve a tu lado. Yo, mi tristeza, es estar triste y sin compañía muchos días deseando lo que no se puede, creyendo lo que no se supone, y haciendo lo que no se debería. Yo, mi tristeza, es amarte fuera de tiempo sabiendo que nunca volveremos a ser porque hemos dejado de existir para los dos. Ese es el yo que se ahoga en la tristeza reflejándolo en una lágrima. Gota agridulce que siempre termina por pedirte y extrañarte toda vez que puede y siente hacerlo.

Nosotros

Somos la soledad hablando con lenguajes indecibles en medio de silencios obscuros de la vida triste. Nosotros, somos la ruptura, lo descocido de la vida y la existencia que se mira y observa en la tristeza, en la sequedad del corazón que solo vive y logra existir porque una gota todavía no se ha secado en lo árido del olvido y en las espinas de lo que no tiene vida. Nosotros, somos la angustia de amarnos y no poder estar juntos, la angustia de necesitarnos y no poder abrazarnos, la angustia de querer estar juntos pero distantes el uno del otro. La angustia de amar no debiendo hacerlo, la angustia de necesitar la nada, la angustia de querer ser lo que ya es sido pero que, no obstante, nunca más podrá existir.  

Nosotros

Somos la mirada al cielo. Aquella mirada única que cuando ya no estuvimos para vernos, así como tú y yo éramos, nos quedó como emblema y eterno recuerdo de que todo lo de nosotros pudo ser maravilloso y existir por siempre si lo hubiésemos querido. Somos la mirada al cielo ante la soledad que nos separa y nos une estando solos, cuando tú no estás y yo no me encuentro por aquí, es decir, tú allá y yo aquí.

Nosotros

Somos las sonrisas muertas que han borrado la felicidad de nuestros labios cuando nos veíamos, cuando nos decíamos cosas hermosas y cuando nos disponíamos a besarnos todas las veces que lo hicimos. Esa muerte en nuestra boca y ese aniquilamiento de nuestras sonrisas, en realidad, son la muerte de los dos, la desaparición y extravío del amor que nos habíamos jurado por siempre, y que ahora, nos mantendrá lejos no sabiendo nada el uno del otro, porque la vida de los dos se apagó con nuestra soledad y tristeza, es decir, con nuestra alegría. Con la muerte de nuestras sonrisas que alguna vez supieron ser felices con nosotros.