Nos restringimos a la percepción de pertenecer a una nación limítrofe en espacio pero no en tiempo. Nuestra soberanía se ha visto mancillada en pasado y presente, la historia mexicana constata la falta de congruencia entre la unidad nacional y la política a lo largo de los periodos donde los que encabezan la democracia representativa abusan e ignoran la voz y necesidades del pueblo una y otra vez.
De poco ha servido la sangre de quienes nos dieron patria.
La Constitución mexicana es modificada según las exigencias de los grandes capitales, por ejemplo, ahora ya no es indispensable ser hijo de padres mexicanos para aspirar a ser presidente de México, modificación que supo capitalizar Vicente Fox ya que su padre era alemán y su madre española.
Estos tecnócratas que tuvimos por presidentes también manipulaban el yo colectivo dejándolo sin conciencia, en cambio, ofrecieron hologramas que sirven de paliativos para hacer llevaderos los días de está realidad transitoria, que sin embargo, es una realidad dura, desigual, tergiversa y caótica. Para persuadir está realidad tozuda utilizan los medios masivos de los cuales los dueños de estos son amigos íntimos de los representantes que encabezaron al Estado.
Ya es tiempo (desde hace mucho) de despertar a la vida, de ser individuos pensantes que formen un gran colectivo capaz de ejercer su poder de soberanía.
Le debemos el cambio sustancial a la República mexicana, así como lo marcó la tendencia de movimientos armados en 1810 y 1910 (nos tocaba en 2010).
Estamos ante la oportunidad de dar el salto de una democracia representativa a una democracia participativa.
Miremos al pasado, fuimos y ahora debemos ser una nación capaz de exigir justicia ante las traiciones a la patria que nos afectaron y hoy nos siguen afectando (FOBRAPROA). Concretamos un futuro sano juzgando al pasado ejerciendo nuestros derechos en este presente. Ampliemos la memoria colectiva.
No olvidemos como han llegado ilegitamente los presidentes neoliberales, mismos que cancelaron el futuro de generaciones completas. No olvidemos como han regalado los recursos nacionales a través de tratados comerciales desfavorables para nuestra economía. No olvidemos el mal manejo de las finanzas públicas que se traducen en vida paupérrima.
Prohibido olvidar las muertes que han permitido los expresidentes, al solapar las actividades de sus amigos narcotraficantes. No olvidemos los magnicidios; no olvidemos como el dinero público rescató a los privilegiados de clase alta mientras el pueblo perdía sus casas y empleos. No olviden que los presupuestos estatales se nutrían de las ganancias de PEMEX. No olvidemos como nos han arrebatado las ganancias del petróleo mexicano.
No olvidemos como se enriquecieron ilícitamente de manera tal que sus tataranietos ya tienen asegurada su holgura económica.
¡Participemos en el enjuiciamiento a los sátrapas!
Ángel G. Gonzalez