24 de abril de 2024

MORENA sí es la esperanza de México|Alfredo Vargas Ortega|

Activista para la salud socioemocional, teatrero, escritor

Para los ciudadanos de a pie existen pocos espacios de participación efectiva, dentro de la naciente democracia del país, tradicionalmente confinados a una élite en el poder. Los partidos políticos hegemónicos: PRI y PAN, junto con el PRD (a los que hay que sumar a MC), representan la esencia de los males que aquejan al país, con sus malos gobiernos. No es una exageración afirmar lo anterior, sino todo lo contrario, definir con claridad que el ejercicio de poder que han hecho en sus diferentes etapas de gobernanza ha dado como resultado un aumento sostenido de la pobreza. Ampliando la brecha de la marginación y la desigualdad social, a escalas insostenibles. Endeudando al país y llevando al deterioro la infraestructura del Estado (como Pemex o la seguridad social), el saqueo de los recursos naturales (privatización de playas y deforestación de los bosques) y el incremento de la violencia.

En el caso concreto del PRD, al abandonar las causas que le dieron origen. La descomposición de este partido está marcada por el último gobernante de la CDMX, Miguel Ángel Mancera, y, en el Estado de Michoacán, por Silvano Aureoles Conejo. Desde los terremotos de 1985, en el otrora Distrito Federal, la sociedad civil comenzó a organizarse de forma libre y sin las ataduras de los partidos políticos tradicionales. A los pocos años, una vez iniciada la protesta organizada, de quienes perdieron no solo a sus seres queridos sino sus viviendas, también hubo un cisma que rebasó la lucha popular, cuando se levantaron las banderas de Huelga en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), lo que dio origen al nacimiento del CEU (Consejo Estudiantil Universitario). La combinación de estas expresiones de lucha social, que pudo diseminarse a lo largo y ancho del país, derivó, a la postre, en la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Cuando el fraude de 1988, comenzó a germinarse un movimiento que, en aquel entonces, parecía que lograría un momento histórico al poder sacar al PRI del poder. Entonces, el Frente Democrático Nacional (FDN), encabezado por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, surgía como una opción para ganar un espacio central en la vida democrática del país.

Como consecuencia del crecimiento de la lucha progresista, el nacimiento del PRD suponía la consolidación de las fuerzas democráticas del país, que a la postre enfrentaría persecuciones, desapariciones y asesinatos de líderes sociales, durante el sexenio neoliberal de Carlos Salinas de Gortari. En contraparte, la claudicación del PAN, sobre el fraude electoral —a pesar de haber acompañado las protestas ciudadanas —, marcó su distanciamiento cuando Diego Fernández de Cevallos, desde la tribuna de la cámara de diputados, dijo que “nadie podría beneficiarse con escudriñar papeles que nada dicen y menos significan”, al referirse a la demanda, que su propio partido había solicitado, de volver a contar los votos ciudadanos, de aquella elección.

Desde aquel momento se establecieron las alianzas entre el PRI y el PAN, con las llamadas Concertacesiones. En pocas palabras, se trataba de acuerdos al margen de los electores mediante pactos cupulares entre estas fuerzas políticas. Repartiéndose el poder, como si fuera un pastel. Así, en 1991, Guanajuato se convierte en una especie de modelo de esos arreglos, cuando el candidato priísta, Ramón Aguirre Velásquez (a quien se le atribuye la famosa frase: “a mí no me den, a mí pónganme dónde hay”), tuvo que dejar la gubernatura en manos del panista, Carlos Medina Plascencia, mediante una argucia legal. Carlos Salinas, pagó los favores de aquella alianza con el interinato en Guanajuato. Desde entonces, esa entidad no ha sido gobernada por otro partido y es conocida como el bastión del PAN. En los hechos, esto dio comienzo al bipartidismo. 

Los acuerdos cupulares no han sido exclusivos entre estos dos institutos políticos. Más tarde se les uniría el PRD, que fue decayendo en un resquebrajamiento imparable, cuando se hicieron presentes las denominadas corrientes o tribus. El forcejeo por el poder tuvo repercusiones devastadoras para el movimiento progresista. Las irregularidades de las elecciones internas de 2008, marcaron un parteaguas y, tras una decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Jesús Ortega se convirtió en líder del partido del sol azteca.

Sin embargo, no hay que olvidar que existe un momento crucial en la historia política del México contemporáneo, cuando en 2005, Andrés Manuel López Obrador, fue desaforado de la jefatura del Gobierno de la Ciudad de México. Con un juicio a todas luces inmoral y tramposo. El entonces presidente, Vicente Fox, fue el artífice de aquel acto miserable y, además, de la complicidad del PRI y el PAN, con la del magistrado presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de aquel periodo, Mariano Azuela. Es preciso mencionar que, a nivel de calle, la opinión de aquellos ciudadanos que no simpatizaban con AMLO, porque criticaban “su estilo” de hablar, o porque utilizaba como medio de transportarse un Tsuru convencional o porque señalaba sin pudor las trapacerías del presidente y su gabinete, se mostraban contrarios al juicio político.

La opinión pública rechazaba la destitución del Jefe de Gobierno por el que habían votado en forma mayoritaria, bajo el absurdo “delito” de abrir un camino para un Hospital Privado. Pero, lo desatinado se confirmaba de manera irremediable. El golpe en contra de Andrés Manuel no solo tuvo un efecto bumerang, hacia sus adversarios, sino que hizo evidente las acusaciones que el tabasqueño hacía sobre la mafia en el poder. La integridad de López Obrador quedó de manifiesto y una buena parte del pueblo se convenció de la honestidad de este político. Quizás parezca un tanto ocioso repetir las cosas que han pasado, en el corto plazo, dentro de la vida política mexicana para llegar a este momento histórico. Lo cierto es que resulta importante no perder de vista lo que han significado los años de lucha en las calles y en el territorio nacional, para lograr la democracia en el país.

Después de la elección de 2012, López Obrador se separa del Movimiento Progresista, conformado por el PRD, PT y Movimiento Ciudadano, para consolidar el proyecto de Morena. Un movimiento entusiasta, plural, de gente comprometida, con fundamentos surgidos de su propia visión de país. Andrés Manuel se encaminó a lanzar un último esfuerzo para lograr alcanzar la presidencia de México. Lo que sucedió en 2018 es conocido por todos. La plataforma política que ha llevado a cabo, en estos cuatro años de gobierno, es una muestra contundente de que vivimos una auténtica transformación, sin precedentes. Lo que más destaca, es la lucha frontal contra la corrupción y la cantidad de programas sociales que ha impulsado. Aquí unos ejemplos:

  • Apoyo para el Bienestar de las Niñas y Niños Hijos de Madres Trabajadoras.
  • Producción para el Bienestar.
  • Crédito Ganadero a la Palabra.
  • Sembrando Vida.
  • Jóvenes Escribiendo el Futuro.
  • Programa de Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores.
  • Jóvenes Construyendo el Futuro.

Por si fuera poco, la inversión en la infraestructura para lograr la sustentabilidad del país, como la compra de la planta Deer Park, la refinería Olmeca-Dos Bocas, la construcción del Tren Maya y del Aeropuerto Felipe Ángeles, por ejemplo. El mandatario de mexicano, ha buscado alternativas para despertar la consciencia del pueblo, porque conoce el sentir de la gente, gracias a los recorridos que durante años ha hecho por todos los Estados y municipios del país. También al desenmascarar a la mafia del poder, con nombres y apellidos.

El presidente, López Obrador, no solo ha desnudado la corrupción de los gobiernos neoliberales, sino que ha logrado que una serie de personajes, que en el pasado se han distinguido por sus opiniones en los medios corporativos, queden exhibidos en sus múltiples inconsistencias. Ha desmontado la hipocresía y la simulación, que históricamente se hizo de espacios para aparentar que estábamos bien como nación y que, frente a las manifestaciones de descontento, se buscaba minimizar la protesta. Al quedar descubiertos, se ha revelado su verdadero pensamiento hacia el pueblo, su clasiracismo, desprecio y su intolerancia. El asunto no es menor, porque bajo esa máscara, han engañado, manipulado y abusado de la nobleza de la mayoría de la gente. La respuesta de estas figuras se reduce a la doble moral, la hipocresía, la victimización y la diatriba.

AMLO es un líder social, que ha trabajado desde abajo, con la gente. No se trata de un político tradicional. Por eso también lo atacan. Ha sabido conducir la lucha por la justicia a través de cauces siempre legales y pacíficos. Su principal rasgo ha sido, y es, el de un estadista, operador político, siempre conciliador y abierto al diálogo. Sus llamados a la reconciliación y al estado de derecho, han sido con serenidad y mesura, pero contundentes.

Es por todo esto que la popularidad del presidente no solo se refleja en las encuestas del país, sino a nivel internacional, al ser valorado como el segundo mandatario con más aceptación en el mundo. Solo por debajo del primer Ministro de la India, Narenda Modri. Aunque, a decir verdad, es difícil imaginar que el mandatario hindú enfrente ataques permanentes por parte de los grandes intereses, tanto económicos como políticos, dentro del país y fuera de sus fronteras, acostumbrados a ver a México como una colonia. El presidente es frontal y determinante, le ha devuelto la dignidad a la nación. Dedica su mayor empeño en erradicar uno de los males peor arraigados en la clase política de nuestra historia contemporánea: la corrupción.

López Obrador no solo ha reivindicado el ejercicio de la política sino a los ciudadanos, abriendo espacios para levantar la voz. Le ha dado sentido a la participación ciudadana, cuando la incluye en las decisiones, como la consulta para la Revocación del Mandato o el Juicio a expresidentes. Por si fuera poco, la pluralidad que ha abierto, ha permitido que salgan a la esfera pública una serie de voces ciudadanas que han tomado los medios digitales para dar su opinión y expresar su sentir y exponer sus ideas sobre la Cuarta Transformación. Las voces ciudadanas han roto el cerco que mantenían los grandes medios, quitándoles la exclusividad de la información y el análisis de lo que sucede en el país.

Si hay algo que el pueblo sabe muy bien, es que no permitirá que regresen al poder los mismos de siempre. Porque no les interesa el bienestar de la gente sino sus beneficios y privilegios. El proyecto de la Cuarta Transformación solo podrá continuar con quien garantice seguir profundizando derechos para todo el pueblo. Que luche por la democracia con dimensión social, como forma de vida, que garantice, tal como señala el presidente, las libertades. Por eso, para que siga la Transformación del país, para que haya un mejor porvenir para las futuras generaciones, Morena sí es la esperanza de México.

Nunca olvidemos que: “Por el bien de todos, primero los pobres”.

Nota al pie de página: Frente a los acontecimientos de los últimos días, no es descabellado suponer que los poderes fácticos están detrás de la violencia. Desde el inicio del gobierno se ha orquestado un golpe blando. Esta estrategia de guerra de bajo perfil, consiste en la puesta en marcha de una serie de actos: Ablandamiento, con denuncias de corrupción, para dar a entender que “nada ha cambiado y que todos los políticos son iguales”; infundir miedo mediante la propagación de intrigas y desinformación {como las mentiras que difunde la prensa corporativa}. Deslegitimación, con frases y discursos que quieren instalar la idea de un gobierno que limita la libertad de expresión, que se conduce como una dictadura y que ejerce el poder con autoritarismo {como lo hace la oposición a diario}. Inquietud social, generar conflictos y movilizaciones callejeras, ataque a instituciones públicas. Desestabilización, por medio de una operación de guerra psicológica que transmite un clima de ingobernabilidad, difundiendo rumores para, entre otras cosas, desmoralizar a la sociedad y a las fuerzas de seguridad {el ejemplo fue la jornada de violencia de estos días}. Fractura institucional, simular el desorden y la sensación de guerra civil para justificar la invasión de fuerzas extranjeras, forzar el aislamiento internacional y exigir la renuncia de gobierno {la declaración de que la Guardia Nacional será comandada por el ejército, con críticas, tanto al interior como del exterior, como la declaración de la ONU}. ¿Le suena familiar algo de esto? Los actos de violencia e intimidación en distintos puntos del país, parecen ser parte de esta estrategia perversa de los grupos de poder en México y, probablemente, del extranjero. Estemos atentos para que no nos quieran engañar con mentiras y noticias falsas. La patria no se vende, se defiende.