20 de abril de 2024

El INAH lamenta el sensible fallecimiento del doctor Pedro Francisco Sánchez Nava, férreo defensor del patrimonio arqueológico

Con 48 años de trayectoria en la institución, considerando su formación académica en la ENAH, estuvo al frente del Consejo de Arqueología y de la Coordinación Nacional de Arqueología

  • Se interesó en la arqueología de salvamento, las transformaciones urbanas prehispánicas, el registro arqueológico, los lugares de culto, y la protección y uso social del patrimonio cultural

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) lamenta el fallecimiento del doctor Pedro Francisco Sánchez Nava (Ciudad de México, 5 de julio de 1951), un hombre entregado a esta institución, donde a lo largo de 48 años se formó profesionalmente, ejerció la docencia, entregó lo mejor de su producción académica y se desempeñó como un funcionario eficiente, en puestos decisivos para la protección patrimonio cultural del país, como la presidencia del Consejo de Arqueología y, en los últimos años, al frente de la Coordinación Nacional de Arqueología.

A través de su cuenta en Twitter, la secretaria de Cultura expresó sus condolencias: “Se ha ido a quien todos conocíamos como Pedro Francisco. La familia INAH pierde al arqueólogo Sánchez Nava, gran investigador y comprometido colega. Recordaremos su sentido del humor y sabiduría”.

A su vez, el director general del INAH reconoció que, con su partida, este organismo federal pierde a uno de sus mejores cuadros, a “un excelente académico, buen funcionario y magnífica persona, con un gran sentido del humor y especial sensibilidad y compromiso con la institución y con el patrimonio arqueológico y cultural de México”.

Desde su experiencia en campo y en su desempeño en áreas como la Dirección de Salvamento Arqueológico, de la que era investigador, y la Dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos, además de las áreas mencionadas, buscó transmitir una imagen adecuada del instituto y del quehacer arqueológico.

En ese sentido, expresaba que la vinculación del arqueólogo con la sociedad es indispensable, “pues de lo contrario nuestra tarea pierde su sentido y se convierte en un quehacer anodino de autosatisfacción individual o gremial […] Para muchos, desarrollamos una actividad exótica en la cual encontramos tesoros, huesos (principalmente de dinosaurios) y exploramos tumbas y pirámides vestidos con pantaloncillos cortos; parte de nuestra tarea debe ser explicar, de forma puntual y clara, nuestro trabajo y sus objetivos”.

A pregunta expresa sobre cuáles son los temas y áreas de investigación que debieran ser prioritarios para la arqueología, Pedro Francisco Sánchez Nava dejó claro en el libro Arqueólogos a través del espejo, que debe ser el impulso al atlas arqueológico nacional, “pero no como un proyecto coyuntural, sino como una actividad permanente y de largo aliento, con recursos propios y vinculados al desarrollo del país, con metodologías homogéneas y un marco conceptual consensuado”.

Avanzar en esa tarea —decía—, “permitirá establecer prioridades de preservación y de investigación, e incluso de aprovechamiento de este recurso, con base en el conocimiento y el diagnóstico reales de los sitios arqueológicos”.

En Sánchez Nava convivía la bonhomía y la firmeza en las convicciones, defendía como pocos la rectoría del Estado en la materia: “En el ámbito de la investigación, la posibilidad de realizar proyectos arqueológicos extrainstitucionales está dada por instituciones académicas de prestigio. En relación con el desarrollo de la arqueología en los campos de la protección y del uso de este patrimonio cultural, deberá seguir siendo potestad exclusiva del Estado”.

Como refiere su colega y amigo, Luis Alberto López Wario, el profesor Pedro Francisco Sánchez Nava “pasó su etapa infantil en la afamada colonia Santa Julia y después de ‘coquetear’ durante varios años con los colegios salesianos, se decidió por cursar los estudios profesionales en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, entre 1974 y 1978”.

Obtuvo el título de licenciado en Arqueología con la tesis Atlixco: una unidad de producción en el límite oriental de México-Tenochtitlan; más tarde, en esta misma institución, cursó la maestría en Historia y Etnohistoria, y el doctorado en Antropología Simbólica. Sus temas de interés fueron la arqueología de salvamento, las transformaciones urbanas prehispánicas, el registro arqueológico, los lugares de culto y, de manera señalada, todo aquello que se refiere a la protección y uso social del patrimonio cultural en general, y el arqueológico, en particular.

En sus más de 40 años de labor arqueológica, el también miembro del Sistema Nacional Investigadores, produjo una importante cantidad de textos entre artículos y libros, de los que cabe destacar Molino del Rey. Historia de un monumento, Memoria del Registro Arqueológico en México. Treinta años y, entre los últimos elaborados, en mancuerna con el doctor Ivan Ṡprajc, Orientaciones astronómicas en la arquitectura maya de las Tierras Bajas y Orientaciones astronómicas en la arquitectura de Mesoamérica: occidente y norte.