18 de abril de 2024

Discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en su visita a la República de El Salvador

Amigo presidente Nayib Bukele,

Amigas y amigos salvadoreños,

Me da mucho gusto estar en esta nación hermana y entrañable. Compartimos una historia milenaria desde que los olmecas y mayas se asentaron en los territorios de nuestros países, allá por el año 900 antes de nuestra era; la fuerza de las culturas mesoamericanas asoma en nuestros países en sitios arqueológicos portentosos y también en toponimias compartidas, esto es en la forma en que hemos bautizado, llamamos a nuestros pueblos en México y en El Salvador. Sería largo mencionar los pueblos que llevan el mismo nombre en México y El Salvador. Baste señalar que mi pueblo natal se llama Tepetitán y está situado en el municipio de Macuspana, Tabasco; y aquí, en El Salvador, Tepetitán es un municipio del departamento de San Vicente.

Algunas de estas coincidencias provienen de las oleadas de grupos de habla náhuatl que llegaron a Centroamérica en distintos momentos, procedentes del altiplano central de México; otras son producto de la conquista española que fue realizada aquí con el auxilio de guerreros mexicas y tlaxcaltecas que se vieron obligados a combatir del lado del invasor. A estos últimos debe su nombre el municipio de Mejicanos, hoy conurbado a esta capital.

Por desgracia, nuestros pueblos compartieron durante tres siglos la larga noche de la ocupación española que los diezmó, intentó destruir los fundamentos de sus culturas y los redujo a una esclavitud que no se atrevía a decir su nombre. “De sangre era la cruz, no de madera”, sintetizó la poeta Claudia Lars en su “Retrato de Pedro de Alvarado”. A falta de grandes recursos minerales, la riqueza que el imperio extraía de El Salvador provenía básicamente de la sobreexplotación de indígenas y africanos que trabajaban en las plantaciones.

Nuestra historia se entrecruza también en las gestas independentistas. El primer grito de independencia de Centroamérica tuvo lugar precisamente en El Salvador, el 5 de noviembre de 1811, cuando los sublevados encabezados por José Matías Delgado, Manuel José Arce, su padre, Bernardo, y los hermanos Aguilar, llamaron a ejercer la soberanía popular por medio de los cabildos. Aunque el alzamiento tuvo resonancia en varias localidades salvadoreñas e incluso en la ciudad nicaragüense de León, a la postre fue sofocado. Los independentistas que habían establecido correspondencia con el cura mexicano José María Morelos, volvieron a intentarlo en enero de 1814, de nueva cuenta fueron derrotados y encarcelados. La preciada independencia no habría de consumarse sino hasta el 15 de septiembre de 1821 y, para entonces, el pueblo salvadoreño llevaba ya una década poniendo a prueba el admirable espíritu indómito y el amor a la libertad que lo caracteriza hasta la fecha.

Es doloroso que los procesos de independencia no trajeran aparejada la justicia y que las oligarquías criollas mantuvieran sobre los pueblos originarios la opresión y la explotación de la época colonial. Deslumbrados por la falsa idea del progreso, nuestras libertades, incluso quienes las enarbolaban, los liberales, agravaron desde el poder la situación de los pueblos originarios. Eso explica la insurrección de los nonualcos que encabezó Anastasio Aquino en 1833, así como la que promovió Feliciano Ama un siglo después y que fue bárbaramente reprimida por el dictador Maximiliano Hernández Martínez, quien ordenó el asesinato de decenas de miles, incluidos el propio Ama, Francisco “Chico” Sánchez y el dirigente comunista Farabundo Martí, quien había sido secretario del general Sandino. Por cierto, Farabundo Martí y Sandino se conocieron en México.

La oligarquía seguía sin entender que la paz es fruto de la justicia y que un Estado que no garantiza los derechos básicos de su población deriva a la ingobernabilidad. La pobreza, la desigualdad, el autoritarismo y la falta de democracia fueron los principales combustibles de la tragedia y de la trágica guerra que azotó a este país en las últimas décadas del siglo pasado.

Debo decirles que a los mexicanos esa guerra de hace relativamente poco, nos dolió en cada uno de sus muertos y mucho nos dolió el cobarde asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero, un santo de verdad. Por eso, en agosto de 1981, México no vaciló en emitir, junto con Francia, la célebre declaración conjunta sobre El Salvador en la que se reconoció al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional como “una fuerza política representativa” y señalaba: “Corresponde únicamente al pueblo de El Salvador la búsqueda de una solución justa y duradera a la profunda crisis por la que atraviesa ese país, poniendo así fin al drama que vive la población salvadoreña”.

Año y medio más tarde el gobierno mexicano propuso la creación del Grupo Contadora, y en el caso de El Salvador se consiguió la paz, esa solución provino de acuerdos que se suscribieron en 1992. Y es un orgullo para nosotros los mexicanos porque esos acuerdos se firmaron en el Castillo de Chapultepec en la Ciudad de México.

Hoy, presidente Bukele, amigas y amigos de El Salvador, tenemos desafíos distintos a la guerra: la lucha contra la pobreza, la desigualdad, el desempleo y la marginación, que son las raíces profundas de la inseguridad, la migración y otras desdichas.

Desde el inicio de mi gobierno he abogado por resolver esos problemas de manera perdurable tanto en México como en Centroamérica, con absoluto respeto a la soberanía de cada país, como lo hemos platicado, coincidimos y se ha acordado en la relación amistosa que tenemos. También he insistido en que tales soluciones demandan el esfuerzo conjunto de los tres países de esta región, además de México y de Estados Unidos, que es, por donde quiera verse, Estados Unidos protagonista del fenómeno migratorio y debe, en consecuencia, ser corresponsable de darle solución, modificando sus políticas migratorias y ayudando a combatir las condiciones que obligan a millones a abandonar sus lugares de residencia. Postulamos que toda persona tiene derecho a permanecer en el país en el que nació, que nadie debe verse forzado a emigrar por hambre o por violencia; que nadie sea “cosido a balazos al cruzar la frontera”, “sembrador de maíz en plena selva extranjera” o “eterno indocumentado”, como lo expresó dolorosamente Roque Dalton en su “Poema de amor”.

Me llena de orgullo y al mismo tiempo agradezco, presidente Bukele, el hecho de que El Salvador sea la nación centroamericana en la que más se ha avanzado la aplicación de los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro.

El primero ha ofrecido a diez mil pequeñas y pequeños agricultores de diez departamentos de El Salvador, 18 por ciento mujeres y 81 por ciento hombres, la posibilidad de mejorar su calidad de vida impulsando la producción en sus parcelas mediante ayudas monetarias mensuales de 250 dólares, acompañamiento técnico para la siembra de milpas, hortalizas, árboles frutales y maderables, así como el establecimiento de 40 biofábricas y 300 sistemas de pequeños mecanismos o formas de riego.

Desde su primera fase, este proyecto arroja resultados muy alentadores. Veamos la evaluación:

  • El 99 por ciento de los beneficiarios reportó un incremento en el autoconsumo de productos agrícolas.
  • El 34 por ciento observó un impacto positivo en el cuidado del medio ambiente; el 99.1 por ciento consideró que el acompañamiento técnico le ayudó a mejorar las prácticas de cultivo.
  • El 55 por ciento que había pensado en migrar antes de afiliarse al programa se redujo a solo el 0.6 por ciento.
  • El 88 por ciento mejoró sus conocimientos para el cultivo.
  • El 77 por ciento mejoró su alimentación.
  • El 75 por ciento vio un incremento en su ingreso.
  • El 74 por ciento mejoró la calidad de vida de la familia.
  • El 54 por ciento invirtió en vivienda.
  • Además de los 10 mil participantes directos, el programa Sembrando Vida generó 21 mil 256 empleos indirectos.

El otro programa, Jóvenes Construyendo el Futuro, que es importantísimo porque antes se le daba la espalda a los jóvenes, en nuestro país de manera irresponsable se les trataba de manera discriminatoria, despectiva, se les llamaba ninis, que ni estudian ni trabajan, pero no se hacía nada por atender a los jóvenes, ahora es distinto, hay 2 millones 500 mil jóvenes en México que están recibiendo un apoyo, un salario, para trabajar como aprendices en empresas, en comercios, en el campo y esto los aleja de tomar el camino de las conductas antisociales, estamos quitándoles el semillero a las bandas, que los jóvenes tengan posibilidad de estudio, tengan posibilidades de trabajo. Aquí en El Salvador son también 10 mil los jóvenes que están recibiendo este apoyo: 44 por ciento mujeres y 56 por ciento hombres, que reciben 180 dólares de apoyo económico mensual con propósito de capacitación laboral en 427 centros de trabajo, en áreas administrativas, de servicios, ventas y comercio, oficios, cultura y deportes, industrias, ciencia y tecnología y en el sector agropecuario; 58 por ciento se capacitaron en el sector privado; 25 por ciento en el sector público y 17 por ciento en organizaciones sociales.  También de la evaluación, como resultado:

  • El 84 por ciento de los becarios tuvo su primer acercamiento al mercado laboral gracias al programa.
  • El 25 por ciento recibieron una oferta laboral en el mismo centro en el que se capacitaron; el porcentaje de quienes pensaban emigrar se redujo del 35.7 al 11.4 por ciento.
  • El 97 por ciento consideró haber desarrollado habilidades laborales que contribuyen a su arraigo en el país.
  • El 91 por ciento dijo que el programa le permitió conocimientos relacionados a su formación profesional.

A la vista de este resultado, es de esperar que el gobierno y el congreso de Estados Unidos terminen por entregar los cuatro mil millones de dólares que el presidente Biden ofreció invertir en estos programas, de modo que puedan ampliarse en los tres países de América Central, pero como lo mencionó el presidente Bukele, y estoy de acuerdo, no tenemos que estar esperando y no podemos estar dependiendo de nadie, tenemos que hacer uso de nuestro derecho a la autodeterminación como pueblos libres y soberanos. Y me da mucho gusto anunciar aquí en El Salvador, la propuesta del presidente Bukele, se va a incrementar al doble el programa de Sembrando Vida y de Jóvenes Construyendo el Futuro y vamos a aportar la misma cantidad el gobierno de El Salvador y el gobierno de México.

Amigas y amigos:

Me da una enorme satisfacción el constatar que la hermandad de milenios entre nuestros países nos lleva a construir bienestar para que no volvamos nunca más a ser “los tristes más tristes del mundo”. Que pasemos a ser los más felices, más felices del mundo.

Muchas gracias, presidente Nayib Bukele. Muchas gracias por su cooperación, y siempre en México va a tener las puertas abiertas como amigo, vamos siempre a tener un trato especial para el presidente Bukele y un trato muy fraterno, cariñoso, de hermanos con este digno pueblo de El Salvador.

Muchas gracias.

San Salvador, El Salvador, 6 de mayo de 2022