19 de abril de 2024

Discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en el Día del Ejército Mexicano, desde Ramos Arizpe, Coahuila

Ingeniero Miguel Ángel Riquelme Solís, gobernador constitucional del estado de Coahuila de Zaragoza.

Maestro José María Morales Padilla, presidente municipal de Ramos Arizpe.

Integrantes de las Fuerzas Armadas; autoridades civiles de los tres poderes.

Amigas y amigos:

Hoy conmemoramos el 109 Aniversario de la Fundación del Ejército Mexicano, aquí, en la Hacienda de Guadalupe, donde se firmó más tarde el plan revolucionario para restablecer la legalidad vulnerada por el golpe de Estado encabezado por Victoriano Huerta contra el presidente Francisco I. Madero, Apóstol de la Democracia. Es oportuno recoger algunas lecciones que nos legaron esos acontecimientos políticos, porque la historia es la maestra de la vida y es fundamental aprender del pasado para construir el presente.

Empecemos por recordar que al anochecer del 18 de febrero de 1913, Don Venustiano Carranza Garza, gobernador constitucional de Coahuila, recibió el telegrama que el general de división Victoriano Huerta había girado desde la Ciudad de México a todos los gobernadores y comandantes militares. El texto del ursurpador decía:

“Autorizado por el Senado, he asumido el Poder Ejecutivo, estando presos el presidente y su gabinete”.

Carranza fue el único gobernador que reaccionó de inmediato convocando a su casa a varios diputados locales y a algunos de sus más cercanos colaboradores, con los que llegó al acuerdo de que era una obligación ineludible del gobierno coahuilense desconocer y reprobar inmediatamente semejantes actos ilegales y antidemocráticos.

La decisión ahí tomada fue irrevocable. Al día siguiente, un día como hoy, el 19 de febrero, el congreso local desconoció la usurpación de Huerta y concedió facultades extraordinarias al gobernador Venustiano Carranza. También se llamó al resto de los gobernadores y a los jefes militares federales, rurales y auxiliares a secundar la actitud del gobierno de Coahuila.

De esa decisión se desprende la fundación del Ejército Mexicano.

De modo que lo primero que tenemos que subrayar es que, a diferencia de otros ejércitos, el nuestro surgió para oponerse al golpe de Estado que culminó con el asesinato del presidente Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez para defender la democracia y la legalidad.

En el ámbito latinoamericano, e incluso en el mundial, las Fuerzas Armadas de México son excepcionales en varios sentidos: nunca han pertenecido a la oligarquía; soldados y oficiales vienen de abajo y tienen como origen e identidad el México profundo. Como sostengo siempre, el soldado es pueblo uniformado y por eso nunca traicionará a su gente y siempre será un defensor leal de la libertad, la justicia, la democracia y la soberanía nacional. Adicionalmente, desde su conformación a principios del siglo pasado, los institutos castrenses de México han sido siempre fieles al poder civil.

Otra enseñanza importante de aquel momento histórico es que el presidente Francisco I. Madero, también de Coahuila, aun siendo un hombre bueno y querido, no pudo llevar a cabo sus ideales democráticos porque no quiso o no lo permitieron las circunstancias, o no se supo crear una base social, una organización popular que lo respaldara frente a los ataques del grupo de privilegiados que no querían perder sus concesiones y que dominaban a sus anchas durante el Porfiriato.

La infamia cometida contra el presidente Madero nos dejó la lección, nos ha enseñado que, para un poder público dispuesto a transformar no hay mejor aliado, que se oiga bien, que se oiga lejos, para un poder público dispuesto a transformar no hay mejor aliado que el propio pueblo.

Nada se puede esperar de políticos corruptos, de la prensa que se vende o se alquila, de intelectuales convenencieros y de potentados dominados solo por la codicia. La clave está en la frase del presidente Juárez: “Con el pueblo todo, sin el pueblo nada”. Véase nuestro caso: si no estuviéramos respaldados por la mayoría de los mexicanos, y en especial por los pobres, los conservadores corruptos ya nos habrían derrotado o habríamos tenido que rectificar y someternos a sus caprichos e intereses para convertirnos, como eran antes los gobernantes, en floreros o en títeres de los que se habían acostumbrado a robar y a detentar el poder económico y político en nuestro país.

Sin el apoyo del pueblo tampoco habríamos resistido la intensa campaña en nuestra contra emprendida desde los medios informativos convencionales y las redes sociales, ni habríamos podido hacer frente a una guerra sucia tan intensa y estridente como la que padeció el presidente Madero.

Hemos dicho que “por el bien de todos, primero los pobres”, porque esta expresión, además de humana y justa, implica algo políticamente importante: atender a los más pobres, que son muy leales; es ir a la segura para integrar a las mayorías al proyecto transformador, superar la opresión y alcanzar el ideal de vivir en una sociedad mejor, más justa, igualitaria y fraterna.

La estrategia golpista mediante el uso de los medios de información que se venden o se alquilan, mercenarios, esa estrategia que se aplica en casi todo el mundo para debilitar a dirigentes y gobiernos que enfrentan, que se atreven a enfrentar el poderío corrupto de las élites, aquí, en nuestro tiempo, en nuestro país, no hacen mella. En expresión de Juárez, “no le quitan ni una pluma a nuestro gallo”.

México ya no es tierra de conquista y de rapacidad. En México, y poco a poco las élites se tendrán que ir acostumbrando, porque en México mandan las mayorías y se gobierna con honestidad y con justicia.

También es necesario destacar, en estos tiempos de transformación, además del apoyo fundamental del pueblo, hemos contado con la lealtad de las Fuerzas Armadas. Sin la participación responsable de las secretarías de Defensa y de Marina no tendríamos los mismos resultados en seguridad, en desarrollo y en bienestar.  Con las fuerzas armadas ayudamos a la población afectada por huracanes, inundaciones, temblores, incendios y otros siniestros, y con ellas, con las Fuerzas Armadas, contenemos a la delincuencia organizada e impulsamos la reconstrucción de la paz en las regiones del país más afectadas por la violencia delictiva.

Con personal militar se cuidan las instalaciones estratégicas de la nación, se cuida la Comisión Federal de Electricidad, se cuida a Pemex, se evita el robo de hidrocarburos, se enfrenta el contrabando, se combate la corrupción en los puertos y en las aduanas, se defiende la soberanía, se protege a migrantes y, por si fuera poco, las Fuerzas Armas nos ayudan en la construcción de obras de infraestructura para el desarrollo del país.

Recordemos que sin los ingenieros militares y marinos no estarían en proceso o funcionando con éxito obras, servicios o acciones como el desazolve de los ríos, la limpieza de las playas, la construcción de canales de riego, la construcción de sucursales del Banco del Bienestar, los cuarteles de la Guardia Nacional, los viveros para las plantas del programa Sembrando Vida o la logística y la distribución de las vacunas contra el COVID-19;  sin la ayuda de las Fuerzas Armadas no habríamos podido realizar la tarea de reconstrucción o terminación de hospitales que el régimen neoliberal dejó en la ruina,  abandonados o a medio construir.

El apoyo del personal de salud de la Defensa y de Marina ha sido fundamental para hacer frente a la pandemia y nuestros soldados, ingenieros militares, han tenido un papel primordial en la construcción del Tren Maya, del nuevo aeropuerto de Tulum y del magno aeropuerto Felipe Ángeles en Santa Lucía que vamos a inaugurar el 21 de marzo próximo. Adicionalmente, nuestros marinos han participado en la transformación de la antigua prisión de las Islas Marías que se ha convertido en centro cultural y ambiental para la enseñanza y el respeto a nuestra naturaleza. En fin, el apoyo de las Fuerzas Armadas en la transformación de México ha sido, repito, fundamental y estratégico. Sin duda no habríamos podido enfrentar a la delincuencia y garantizar la seguridad de los ciudadanos con la antigua Policía Federal, que estaba podrida casi por completo, como lo prueba el hecho de que uno de los anteriores secretarios de seguridad pública del gobierno federal permanece en la cárcel en Estados Unidos acusado de asociación delictuosa y de lavado de dinero.

Habría sido imposible ejecutar las obras públicas en curso con las empresas constructoras acostumbradas, o mejor dicho, mal acostumbradas al influyentismo, la irresponsabilidad y la corrupción, y con una Secretaría de Comunicaciones y Transportes que había quedado reducida a una mera oficina para entregar por consigna contratos a consorcios del país o del extranjero, como las empresas españolas Repsol, OHL, Iberdrola o la famosa empresa brasileña, sinónimo de corrupción, Odebrecht.

Las acusaciones de que estamos militarizando al país carecen de toda lógica y la más elemental buena fe. No se ha ordenado a las Fuerzas Armadas que hagan la guerra a nadie, no se les ha pedido que vigilen u opriman a la sociedad, que violen las leyes, que coarten las libertades y, mucho menos, que se involucren en acciones represivas o violatorias de los derechos humanos.

Por el contrario, en esta nueva etapa, la generosa y decisiva participación de nuestros soldados y marinos en acciones de desarrollo, bienestar y paz es refrendo de su lealtad a las instituciones civiles. Esta participación, además, contribuye a dejar atrás la distancia y hasta la desconfianza entre civiles y militares que se generó por las decisiones erróneas y perversas de gobiernos civiles. No encarguemos la culpa al Ejército de acciones indebidas que avergüenzan, que son manchas de nuestra historia. No se olvide que esas acciones fueron ordenadas por las autoridades civiles. No se haga a un lado la legalidad que establece que el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas es el presidente de la República.

Y vuelvo a expresar: mientras ocupe el honroso cargo de representar a los mexicanos en las Presidencia de la República, como comandante de las Fuerzas Armadas, jamás daré la orden de que se reprima al pueblo de México.

Al inicio de mi gobierno se estableció en la Estrategia Nacional de Seguridad Pública la necesidad de reorientar a las Fuerzas Armadas y agregar a sus misiones constitucionales tradicionales la de participar en la construcción de la paz, particularmente con la creación de la Guardia Nacional, una institución que se fundó con el apoyo de todas las fuerzas políticas en el Congreso, de manera unánime, que cuenta ya con más de cien mil elementos y que actúa en todo el territorio nacional porque se han construido más de 250 cuarteles, lo que no se había hecho durante mucho tiempo para garantizar la seguridad de todos los mexicanos. En esa dirección hemos trabajado durante los últimos tres años; ya empiezan a notarse los resultados: está bajando la incidencia delictiva.

Mañana, como lo hacemos cada mes, vamos a informar, vamos a demostrar que están bajando los delitos y que ya empezamos a disminuir delitos de homicidios, eran los que iban al alza desde que asumimos la Presidencia.

Hemos logrado reducir considerablemente el robo, la extorsión, el robo de vehículos, el secuestro, pero teníamos pendientes los homicidios. Después de algún tiempo estamos bajando este delito, no solo porque trabajamos todos los días de manera coordinada para garantizar la paz y la tranquilidad de nuestro país, no solo porque nos ayuda la Secretaría de la Defensa, la Secretaría de Marina, la Guardia Nacional, la Secretaría de Gobernación, la Secretaría de Seguridad Pública; no solo porque trabajamos de forma coordinada y con perseverancia para garantizar la seguridad, sino porque ya empiezan a dar frutos los Programas para el Bienestar, en especial los programas dirigidos a los jóvenes, porque antes, no lo olvidemos, lo único que hacían era llamar a los jóvenes “Ninis” que ni estudiaban ni trabajaban. Ahora se atiende a los jóvenes, se les garantiza el derecho al trabajo, al estudio y esto está empezando a dar frutos, se le está quitando el semillero a los grupos de la delincuencia organizada.

No olvidemos que la paz es fruto de la justicia. Si se atiende al pueblo, si hay trabajo y son buenos los salarios y no se deja en el abandono a los jóvenes, si se garantiza el derecho al estudio y se fortalecen los valores culturales, morales, espirituales, si se evita la desintegración de las familias, se logra la paz y la tranquilidad.

Esto es lo que hemos venido haciendo con el apoyo de las Fuerzas Armadas.

Por eso reitero mi reconocimiento a la Secretaría de la Defensa, a la Secretaría de Marina, dos importantes instituciones que son pilares del Estado mexicano.

Gracias, general secretario Luis Cresencio Sandoval González; gracias, almirante secretario José Rafael Ojeda Durán, por su recto proceder en bien del pueblo y de la nación.

General Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa: transmita de mi parte un reconocimiento sincero a todas las mujeres y hombres de las Fuerzas Armadas, incluidos sus familiares, por su invaluable apoyo para seguir haciendo historia siempre a favor de la grandeza de México, con justicia y con patriotismo.

Felicidades a las Fuerzas Armadas en su día, felicidades a todas y todos, auténticos soldados de la República. ¡Que viva el Ejército y que viva México! Muchas gracias.

Hacienda de Guadalupe, Ramos Arizpe, Coahuila