Esta expresión es quizás, la que más frecuentemente se escucha cuando en un partido de fútbol, la
actuación del árbitro se cuestiona por su parcialidad hacia alguno de los contendientes. Es
diferente a un mal arbitraje, donde generalmente público y jugadores aceptan con cierta
resignación los yerros del árbitro y se los atribuyen a falta de preparación ó incapacidad para
conducir, sancionar y aplicar el Reglamento bajo el cual se dirime tal encuentro.
Algo similar ha venido sucediendo en nuestro país, en cuanto a las deplorables actuaciones del
Instituto Electoral, institución plagada de verdaderos delincuentes antidemócratas, con el
agravante de la altanería, la soberbia y la evidente parcialidad de la mayoría de sus consejeros
electorales, hacia uno de los bloques, el del conservadurismo. El otro gran bloque, representanta
los anhelos de millones de mexicanos que, por libre voluntad han abrazado este proceso y
protagonistas cada uno de esta cuarta transformación, tejen en colectivo y en lo personal, esta
historia de cambio verdadero.
El INE, antes IFE, árbitro y fiscalizador de recursos y tiempos en los procesos electorales,
reiteradamente ha tenido lamentables actuaciones, casi desde el principio de su fundación; “ha
venido de más a menos”, perdiendo la credibilidad que le confirió el primer Consejo Ciudadano,
que sancionó las elecciones del 2000, el cual intentó gallardamente castigar al PRI y al PAN por los
escándalos pemexgate, -el desvío de recursos de PEMEX al Sindicato y la triangulación de éste
hacia la campaña del candidato del PRI, Francisco Labastida Ochoa y el de los Amigos de Fox,
financiados con recursos presuntamente provenientes del extranjero durante la campaña de
Vicente Fox, de ingrato recuerdo.
El obstáculo que enfrentó ese Consejo Ciudadano fue el Congreso Mexicano, donde se cocinó un
acuerdo tras bambalinas, traducido en el “te encubro para que también me encubras”. Un
cambalache de voluntades que fue la perversa tónica en las actuaciones de los dos partidos
señalados por la autoridad como responsables de haber infringido la Ley. Al entonces IFE no se le
otorgaron facultades para indagar y fincar responsabilidades penales, por lo que se acudió al
expediente inútil de las multas, que viene a ser como pedirles a sus valedores, que se sacaran el
dinero de la bolsa izquierda y se lo pasarán a la derecha.
Es realmente desalentador, ver la deriva conservadora en la que han discurrido, por lo menos dos
de los más prominentes consejeros electorales de ese primer consejo ciudadano, José
Woldenberg y Santiago Creel. Su escaso peso político, quizá haría innecesario mencionarles, pero
es sólo resaltar que, frente a los guiños del poder, hay espíritus frágiles, de principios variables,
como es el caso de estos dos pelmazos, intrascendentes, fatuos y vanos.
Así, hemos tenido momentos bien definidos del IFE. El primer Consejo actuó con estricto apego
a la ley y mostró una imparcialidad y objetividad tales, que la sociedad en su conjunto, realmente
albergó esperanzas de futuros procesos electorales, ausentes de fraudes y triquiñuelas.
Tristemente, la realidad transcurrió por otros caminos.
Los siguientes consejos del IFE hoy INE, se constituyeron en base a cuotas partidistas, en
especial el que sancionó la elección del 2006, en el que tuvo una intervención determinante la
todopoderosa líderesa del SNTE Elba Esther Gordillo, quien colocó como Presidente del IFE a un
incondicional, Luis Carlos Ugalde, que dócilmente se plegó a los dictados de la
misma y de las cúpulas partidistas a las que debía su designación.
En un ejercicio posterior de descargo, Ugalde manifestó que las normas y leyes no le otorgaban
herramientas jurídicas para detener la guerra sucia que se inauguró en ese proceso electoral, algo
muy cuestionable, si nos atenemos a la ley que estaba en vigor en ese entonces. Otorgándole el
beneficio de la duda, y asumiendo que no tenía las herramientas para detener dicha guerra, nada
le impedía, en pleno ejercicio de sus funciones y responsabilidad, el haber descalificado dicha
maniobra, a todas luces ilegal, y haberse pronunciado a nivel nacional, conminando a la
ciudadanía a hacer caso omiso de esa nefasta propaganda, que dañó severamente el ambiente
en el que habrían de dirimirse las diferentes ofertas políticas que buscaban el voto de la
ciudadanía.
Cuando se pensaba que no se podría tener un presidente del IFE más obsecuente o sumiso y con
mayor incapacidad, aparece el entonces Consejero presidente, Leonardo Valdez Zurita, un
académico gris y maleable, que desarrolló una presidencia ineficaz y parcial, totalmente inclinada
a favorecer una institución política y un candidato, Enrique Peña Nieto, de la coalición
Compromiso por México. A pesar de que a los 15 días de iniciada la campaña, se presentaron
sólidas denuncias por exceso en los gastos que rebasaron los topes establecidos, ese Consejo fue
totalmente omiso y dejó que el proceso transcurriera en una inequidad absoluta y descarada. Hoy
existen sólidas evidencias de que se usó dinero de procedencia ilícita en la campaña de la
coalición Compromiso por México. El IFE, sin embargo, extendió un manto de impunidad,
alegando eficacia en la investigación y aferrándose a tiempos absurdos establecidos por ellos
mismos; se llegó al colmo de escuchar al responsable de la unidad de fiscalización del IFE, afirmar
sin asomo de sonrojo, que disponen de hasta cinco años! para emitir un veredicto.
Tenemos a otro actor, el TEPJF, cuya composición es también resultado de arreglos partidistas, lo
cual resta imparcialidad e independencia a su actuación. Este Tribunal de última instancia, ha
tenido claroscuros en su desempeño; fue lamentable por ejemplo, su decisión de imponer
candidata del PRD a la jefatura de la Delegación Iztapalapa, a Silvia Oliva Fregoso, con la
salvedad de que en la boleta aparecería el nombre y la fotografía de Clara Brugada, esto devino
en el caso multi mencionado de Juanito, los responsables de tal situación son quienes calificaron
la elección presidencial que invistió a Peña Nieto como presidente de la República. Igualmente,
otorgaron un triunfo inventado a Jesús Ortega, que le permitió ocupar en forma espuria, la
dirección nacional del PRD inaugurando la etapa de “los chuchos” y paralelamente la debacle
de ese Partido.
“Cuando se pensaba que no se podría tener un presidente del IFE hoy INE más obsecuente, omiso
y con absoluta incapacidad”, – no, no nos estamos repitiendo en la redacción, es la realidad la que
tozudamente se repite -, hoy tenemos en la figura de Lorenzo Córdoba, presidente del Consejo
General del instituto, al probablemente peor funcionario público en décadas, aun cuando los tres
expresidentes de la República que precedieron la llegada de MORENA al gobierno de la nación,
hacían difícil que les superaran en incapacidad, corrupción, frivolidad y depravación, este junior de
trajes de cortes finos y ampulosos, ha venido a demostrar, que los títulos no otorgan per se
capacidad ni entendimiento; y que no basta llevar un apellido ilustre, hay que hacerlo valer. Triste
memoria, la de su padre don Arnaldo Córdoba, brillante pensador y activista de las luchas
sociales que condujeron al proyecto de la actual transformación. Desafortunadamente Don
Arnaldo, no pudo transmitir las cualidades éticas e intelectuales que le llevaron a ser uno de los
principales referentes del ideal de cambio, del cual hoy participamos millones de mexicanos.
Lorenzo Córdoba, encabeza lo que, a decir del representante de MORENA en el Consejo, Eurípides
Flores, se ha convertido en una mafia electoral, que ha puesto la capacidad del instituto al
servicio del bloque opositor, en reuniones secretas con los líderes de los tres principales partidos
de la oposición y el capo de esa mafia, Claudio X. Gonzáles, junior que es quien les ordena y
manda los pasos a seguir, en su guerra sucia para recuperar la presidencia de la república, en la
cual se han alineado también, la mafia de los medios de comunicación y el periodismo chayotero.
A decir de anteriores presidentes del instituto, que de suyo fueron nefastos, el INE ha asumido hoy
un papel de opositor y de abierta confrontación contra el actual gobierno, muy alejado de lo que
debería ser la principal obligación de un árbitro: la imparcialidad.
Esta beligerancia se ha exacerbado a partir de la iniciativa de Reforma constitucional enviada por
el ejecutivo que pretendía democratizar la elección de los consejeros electorales; eliminar 200
diputados plurinominales; eliminar el financiamiento a los partidos políticos para actividades
ordinarias; votación por listas, una manera mucho más efectiva de participación democrática.
Sus maniobras, – tal como se esperaba -, consiguieron que la iniciativa de Reforma fuese
rechazada, con los votos del bloque opositor. Ante esta circunstancia, el presidente López
Obrador, propuso y se aprobó, el llamado PLAN B, el cual consiste en modificaciones a las leyes
electorales, que pretenden generar ahorros, evitar duplicidades, ceñir a las autoridades
electorales al marco Constitucional e impedir decisiones ajenas al derecho, como lo fueron la
eliminación de dos candidaturas de MORENA, por supuestas irregularidades en la justificación de
dos partidas presupuestales, por cantidades ridículamente pequeñas; un dolo descarado por
parte del Consejo, avalado por sus compadres del TRIFE. Así mismo, las modificaciones
proponen que no se considere trabajo de “alta especialización”, el llevado a cabo por los
funcionarios de la élite dorada del instituto, consideraciones avaladas por la Suprema Corte de
Justicia, que le ha permitido a esos sinvergüenzas, devengar un salario mayor al del Presidente
de la república, en franca violación al artículo 127 de nuestra Carta Magna que en el inciso I y II
dice:
I. Se considera remuneración o retribución toda percepción en efectivo o en especie, incluyendo
dietas, aguinaldos, gratificaciones, premios, recompensas, bonos, estímulos, comisiones,
compensaciones y cualquier otra, con excepción de los apoyos y los gastos sujetos a
comprobación que sean propios del desarrollo del trabajo y los gastos de viaje en actividades
oficiales.
II. Ningún servidor público podrá recibir remuneración, en términos de la fracción anterior, por el
desempeño de su función, empleo, cargo o comisión, mayor a la establecida para el Presidente de
la República en el presupuesto correspondiente.
La dolce vita de esta casta dorada ha terminado con las modificaciones aprobadas por la mayoría
legislativa, que apoya los esfuerzos del presidente para erradicar de una vez y para siempre, los
lujos, el boato y los derroches a costa del erario que, como dice el presidente Andrés
Manuel, ” no es dinero del gobierno, es dinero del pueblo de México”.
Con tal de conservar tales privilegios y para generar un motivo, un elemento que aglutine a las
fuerzas más retrógradas y conservadoras, – que tal es el mosaico de la derecha en nuestro país -,
el Consejero presidente y sus acólitos, los partidos del bloque opositor y por supuesto la prensa
vendida y mendaz, han desarrollado una narrativa según la cual, el INE estaría siendo destazado,
la democracia puesta en estado terminal y se instauraría una dictadura del Presidente: la misma
cantinela de siempre, los mismos merolicos, como diría el poeta León Felipe, “los mismos
farsantes”. La realidad es que, las elecciones transcurrirán exactamente igual a como han
transcurrido desde que se ciudadanizó al órgano electoral y el Presidente de la República, en uso
de sus atribuciones seguirá enviando iniciativas con el fin de lograr ahorros, eficientar trabajos y
terminar con privilegios.
La decisión que tome la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en tanto declarar o no
constitucionales las reformas, nos permitirá ver de nuevo su talante: o se decanta por la sensatez
de unas reformas legales, legítimas y con apoyo mayoritario del pueblo o se decantan por
preservar los privilegios del árbitro vendido, farsante y protagónico que tiene en el presidente de
su Consejo general, a un tipo clasista y racista; basta escuchar la conversación que tuvo con su
favorito, el eterno secretario ejecutivo Edmundo Jacob Molina. Si el lector tiene buena digestión
y no es proclive a los cólicos, le dejo la versión estenográfica de tal conversación y una despedida,
en el mismo tono.
“No mames, cabrón!, es que desde las dramáticas reuniones con los padres de Ayotzinapa hasta
ésto, había un mundo. No voy a mentir. Te voy a decir cómo hablaba ese cabrón; Quiobo, jefe
gran nación chichimeca. Vengo Guanajuato. Yo decir a ti, o diputados para nosotros o yo no
permitir tus elecciones; Yo no sé si sea cierto que hable así, cabrón. Pero vio mucho Llanero
Solitario, cabrón […]. Nada más le faltó decir: Yo, gran jefe Toro Sentado. Líder chichimeca. No
mames, cabrón, no mames. No, no, no, de pánico cabrón!. O acabamos de aquí divertidos, o
acabamos en el siquiatra de aquí.
No mames cabrón , para bien de nuestra Patria, ya te vas!.